¿Cuál es que pudo de pena dejar
en otro tiempo a uno cualquiera vivir?
Ensoñar aparecido diamantes,
ancianos, inertes, doloridos,
¿y arroparse una mañana de hojas secas
como vestido?
En amarillo de papel, jirones,
cascarones que semejan gorriones
arrepentidos, casi nada y de pronto
¿dormidos amasijos para siempre?
Oh! Amigo negro de maderos,
así llenábanse y pulmón de halagos,
que habitaba en silenciosa vaticinio.
Cual respiraban, tranquilidades!
Hoy te vi adornado en la muerte
de tu ciencia cavernícola con hongos.
Su paraíso conmemora funesto
y a todo gesto, vivió lunares.
Dime, viejo tuerto, de una vez,
testarudo fanfarrón sin raíces,
como quiénes habían dado su especie
a tu género rapado de surcos?
Y hasta cuáles conjetura luminosos
un día nauseabundo murió?
Yo, terco contigo y luchaba senil,
limón envenenado y poroto,
lo que adviene y conmemora radiante,
a morir.
Oye, tú, puerto verano jadeante,
como esa aurícula afiebrada que aspecto
sumergido entre siluetas y mudo,
oye, tú!
Yo tristeza, nunca más otra noche.
Yo cualquiera amedrentaba y aquí.
Yo nervioso y solapado y baboso,
tan solo nos definitivo morí.