Peligra el alma y la misión, la descendencia.
Se muere casi como sin pedir al gran orgullo honor,
y no hallo puertas,
ni una razón para querer morir.
Yo necesito un buen amor.
Yo sin escombros,
ni la materia prima culpa
para el arte de la miel.
Yo fui carnada,
fui de la puta, de la madre
y de la gran mujer,
que me embaucó posando lenta su mirada.
Y me entregué creyendo iluso
que era puro placer
o casi nada.
Si usted va a darme por amor su mano,
si va a entregarme el repertorio de sus cuentas,
al pasadizo muy atentas,
y al pasar por caridad nos perdonamos:
en la señal de la melantropía.
Si usted va a ser de mí por largos días,
yo le encarezco que se cuide de mí,
que no me prive del cariño que merezco,
y que se ocupe de larvar su dicha
sin otra esquela que la música cubierta,
con el valor de las ventanas abiertas.
Y ya no quiero un buen amor que me convierta,
pues necesito que me quiera sólo yo,
para que no haya desamor, y ya no duela
la repentina migración de nuestro adiós.
Se muere casi como sin pedir al gran orgullo honor,
y no hallo puertas,
ni una razón para querer morir.
Yo necesito un buen amor.
Yo sin escombros,
ni la materia prima culpa
para el arte de la miel.
Yo fui carnada,
fui de la puta, de la madre
y de la gran mujer,
que me embaucó posando lenta su mirada.
Y me entregué creyendo iluso
que era puro placer
o casi nada.
Si usted va a darme por amor su mano,
si va a entregarme el repertorio de sus cuentas,
al pasadizo muy atentas,
y al pasar por caridad nos perdonamos:
en la señal de la melantropía.
Si usted va a ser de mí por largos días,
yo le encarezco que se cuide de mí,
que no me prive del cariño que merezco,
y que se ocupe de larvar su dicha
sin otra esquela que la música cubierta,
con el valor de las ventanas abiertas.
Y ya no quiero un buen amor que me convierta,
pues necesito que me quiera sólo yo,
para que no haya desamor, y ya no duela
la repentina migración de nuestro adiós.