MCXCV.- Existen

 

En el fondo de mis ojos
hay un guiño que calla,
viven ángeles vestidos
con palabras de mujer.

Los he visto tan celestes,
desde niño allí en la niña
que naufraga adolorida,
en mi canción de ser.

Ahora sé que me conocen
hasta el quicio del alma
y sólo miran cuando pongo
concentrada atención.

No me dicen absolutamente
nada, pero están.
Y los veo algunas veces
en el ser de los demás.

MCXCIV.- Almagemelización

 

En el corazón todo cabe,
frutas, anémonas y seres.
Existes desde que lo sabes
y por eso mismo lo eres.

Somos tal para cual de tí,
y quien lo sabe a miel:
miel sobre hojuelas y
siempre seré fiel.

El fiel de la balanza,
en un raro secreto:
yo te cuido con mi panza
y mi respeto.

Tú con el claro sosiego,
de ir leyendo y pintando,
como si fuera un juego
o casi como jugando.

Todo está en la mente:
la música y el pasado,
lo que nos será presente,
diferente y enamorados.

MCXCIII.- Rafaela Bauri

Respiras la disonancia
y la haces volar a colores,
llena del sabor de las flores,
y petulante vegetal arrogancia.

Larga vida a tu fragancia
y a su alrededor de burbujas:
lo que no hueles lo estrujas
en el diapasón de la infancia.

Nadie ha caminado lo que tú,
ni tú misma recuerdas los caminos
sino ese paso a paso y la luz
quemando de blanco la copa de vino.

Rafaela Bauri, aventurera del ser
dilapidando el sobrevivir de las horas,
bailarina y flora, artesana, profesora
y todos los sinónimos de la palabra mujer.

MCXCII.- Ardeseo

Vientocarte
y mirartefacto
cuando sigo
el ombligo de tu sombra.

Alcoholerte
y saborearte
por el arte
cuando huelo tus ojos.

Palmirarte
y tocarterial
cuando vivo
el color de tu sangre.

Piensaborearte
y respirartesana
cuando me alimento
de ti.

MCXCI.- Ay, laiquit

 

Me gustan tus ojos,
porque tienen adentro una hojita de canela.
Tus labios,
porque por ahí vuela tu voz de miel.

Tu nariz,
que se parece a la mía.
y tu cuello,
que se acostumbró a mi boca.

Me gusta el color de tu piel
porque huele al tacto suave de la luna creciente
Me gustan tus pies, porque son
los más lindos de este lado de la galaxia.

Tu forma de leer,
porque es como la fantasía multitudinaria
de nuestros ancestros
que pensaron el mundo.

Me gusta tu forma de caminar,
porque puedo seguirte a donde vayas
Tu ombligo porque dentro de él
viven caracoles invisibles.

Tus hombros porque allí brotan
los ciruelos de noviembre
Tu lengua, que me clava
la boca del corazón.

Me gusta tu corazón,
porque parece detenerse.
Me gusta todo, absolutamente todo
lo que tiene que ver contigo.

Me gusta la tibia flor de otoño
que duerme en la comba de tu vientre.
Y tu vientre, que estuvo esperando
miles de siglos porque volver a verlo.

Amo tu frente de mercurio,
que recibe los besos con una sonrisa.
Amo tus brazos que me cubren
el pecho como una lenta frazada de lana.

Y amo definitivamente tus manos
porque pintan el anhelo
irrepetible de cosmos
y el venerable sendero del mundo.

MCXC.- Homenajeca

 

A la ternura infinita,
y al llano afecto brioso,
al deseo imperioso
y al amor que agita,
se ha unido la fascinación.-

Fascinación por tu piel de anacoreta,
que al mirarte entre los ojos y sentir,
se gravita sin caer, cayendo
hacia una ígnea estrella de neutrones.

Fascinación por el engranaje
místico y tortuoso de un reloj sin tiempo,
que es tu mente en cuanto Ente:
almaventurera y fecunda,
rotunda, viajera, diferente.

Y la fascinación por tu corazón
de niña que late en tu espíritu
de chocolate y jaque mate a la vida,
y por tu ser, tu amable y sencillo ser,
en todo el amplio sentido
de la palabra amable,
y en todas las acepciones
de la palabra mujer.

MCLXXXIX.- Not have been here

Yo debí haber estado justo allí,

en el sopor de tu silencio cósmico,

ser precipicio y tenebrosa rosa pincha,

beber aciago cada trago de congoja junto a ti,

y no encontrarnos una noche por albur casualidad,

ni ser extraños tantos años sin amor.

Ser y tiempo en tu honor,

espantapájaros de verde tarde amarga,

medicamento que se bebe al soñar,

ser un consuelo en tu desvelo de pavor,

la dicha planta, flor y brote en tu jardín,

ser tu jardín,

cómo debía haber estado justo allí.

Pero ahora vuelo en tu calor

de candoroso rezo mantra,

soy flamante escarapelo de sortijas náufragas,

y he descubierto que tu cause

y que tu fiel balanza en mí,

se fueron dando, regalando y buscando

para el otoño y para sernos por fin.

Yo no debía realmente estar ahí.