Carezco de la forma perfecta.
No me allano simplemente y puede que,
como suele ocurrir en estos casos,
necesitase simplemente, no sé,
de una amable compañía conmigo,
de un bergantín sin nombre nuevo, de un amigo
que si golpease aquí en la puerta, dijese:
"Sigue así, que ya no hay nada que perder".
Y me digné.
Mi acompasado vericueto turgente,
mi lamentable displicente longitudinal y yo,
que no tengo nada dentro y lo recuerdo:
quiero volver a la niñez y sigo aquí,
mirando viento sorprendido la noche,
imaginando papelucho original,
guardando todo tras un baño en el espejo
mi vida niña sol amiga pertinaz.
Yo recuerdo aquella noche en que miré las estrellas
y viví todo el pasado en lo que vi.
Le preguntaba yo a la página siguiente qué venía,
y me decía "viene siempre descubrir
o decidir y concebir la vida nueva
que percutir la noche es águila feliz".