MCCXXXII.- Lucas 17

 
Asimos su vida cual si fuera la nuestra,
la santa y delicada, la delgada y porosa.
Y así los usa diestra, la mano siniestra,
como espina que sangra de la rosa.

¿Cómo, me pregunto, puede en el mundo
vivir un ser inicuo que quiera separar
al tibio pajarito del fuego fecundo,
creyendo que son balas que arroja la mar?

Sanguijuelas rojas que no tienen alma,
comadrejas bañadas en perfume de culebra,
sabandijas flojas con cruces en la palma:
zarigüeya la hija y lagartija la suegra.

¡Yo soy el que Soy! La zarza ardiente dice:
¡Que le cuelguen al cuello una piedra de molino
al que a uno de mis pequeños escandalice!
O le hundan para siempre en el fondo marino..

MCCXXXI.- Restablerochino

¿Por qué no pueden verme?
¿Sentir que estoy con ellos
y amar el breve instante
en que el tiempo es inmortal?

Yo no les hecho nada,
aparte de quererlos,
llevarlos a la plaza
y soñarlos junto a mí.

¡No son como una daga
que hiere mis pulmones!
Son alma, piel, fermento.
¿Por qué no han de venir?

Ya ven, no soy perfecto.
El viento me acongoja,
las lagrimas lo nublan,
la dicha se me fue.

¡Qué larga maratón
se abierto ante mis ojos,
un mar sin horizonte
de pielago sin fin!

Extensa es la palabra
mañana que pronuncio,
es fuego interminable
y niños sin papá.

Yo sé que la sentencia
del cielo es inefable.
Voy a salir airoso.
Gabriela flor, Luchín.

MCCXXX.- Puerilusión

Sumérjanse en el mundo
sin pasado de los niños,
que inflama varios túneles
y nos perfuma adentro.

Nos brota en el alma
un calor de corpiño
de guiño en aliño
y cariño contento.

¡Mira Cielo lleno!
El cielo de burbujas,
saltando sobre el heno
y columpios de brujas.

Subiendo hasta el cerro
en el circo y al zoo
o corriendo tras el perro,
los hijos de Dios.

MCCXXIX.- Las soledades de Góngora

 

La vida se nos hace muchas veces tan incómoda.
Tener que estar lidiando con zapatos y pijamas.
Querer a esos extraños que se llaman semejantes.
Beber el trago amargo del amor correspondido.

Vivir es una pausa en el placer de la derrota.
Un blanco amanecer interminable frente a todo.
La nausea de saber la amarga angustia del cariño.
Querer por un instante la perfecta perfección.

Y cuánto yo daria por la flor de equivocarme.
Anclar en la laguna insoportable del defecto.
Subir el Himalaya inalcanzable en que parimos.
Y ser por una vez tan solo eso. Ser humano.

Vivir en la nostalgia inigualable de perdernos.
Roer la tabla mustia del sopor indescriptible.
Herir, calar, mentir, talar, hollar y hallar enfermos.
Y echarnos al abismo sin destino del ocaso.

Vivir es la condena que heredamos del tormento.
Bañarse y vestirse y subirse al colectivo.
Moverse entre la masa cuneiforme de las cosas.
Y un día sin quererlo despertar frente a la playa.

Vivir no tiene mucha diferencia con la muerte.
La misma llamarada nos inflama, el mismo tunel.
Un ígneo palpitar se lleva en andas a la aurora.
Y todo da comienzo nuevamente al terminar.

MCCXXVIII.- Niña

 

Es imposible no quedarse
prendado de tu sonrisa,
ver la boca linda que esparce
abanicos de conejos, y de prisa.

Es tu forma de reír
que habla de un corazón,
que existe en ti,
alma, calma y pasión.

Es Rafaela, chanchita mariposa,
arcoiris de caracolas, bonita,
la que vuela entre las cosas
borboleta, inquieta y señorita.

MCCXXVII.- Leave me where I am

Los vanidosos pastores del mundo,
detrás de la inmensa quietud
que habita en los tercos instantes,
están allí condenados al tiempo
y sólo velan mirando la faz
de la carne que vive un segundo
bajo el cielo preñado de la noche.

No descubras el vuelo que me abriga
ni la pausa sin ruido que hay detrás.
Déjame dormir eternamente
y calla, bendito fuego intenso,
cierra los ojos conmigo,
que llevo una alforja de sueños
colgada en la cadena del viento.

Qué exquisita es la muda eternidad
y cómo duerme en un breve parpadeo
el amasijo intrincado del cosmos,
el privilegio en que consiste la nada,
la valiosa virtud del silencio
y el ronquido irremisible del abismo.
¡Cuan precioso es el don de la muerte!