17 de febrero de 2012

DCCVII.- El Último Día Perfecto


Yo digo, dentro de millones de siglos,
que no hubo mucha menos música que ayer:
y ya no alaban aves blancas en el cielo marrón,
ni sobre el agua pudo viento correr.

Porque el sol, que comenzaba a ser gigante roja,
lentamente derritió los polos,
y evaporose aquella pátina glacial de nubes,
que hace rato había dejado de llover.

Y con el mismo apetito voraz,
eras tú, que caminaba por la calle,
en el centro del bendito corazón,
eras tú detrás de cada detalle.

Eran las almas que mirándote lloraban,
la fina luz que viste a la naturaleza,
por retener en mi memoria la belleza,
la melodía que no tiene calderón.

Y en el infierno del invierno colosal,
llamado fuego, aunque el horror haya muerto,
herida fuga por toda la eternidad:
que se declare mi concurso desierto.

Retina y pétalos, atlántida dormida,
oruga en círculos, casquete polar:
tu caminata cuando acabe la vida.
Tú seguirás cuando no quede ya más.

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