Yo tengo martes por la noche para todos,
para el que pida, todo un día de calor:
que en el islote Montecristo, el alma cría
lo que se cuece y todo caldo da valor.
O los biscochos que llevamos a la guerra,
lo que me oculta cada párpado no se oye caminar,
pero persiste: considera su silencio
acumulado, de ladrones y mujeres,
que escriben algo, que siempre se quieren:
dicen mi nombre en el idioma de los galgos,
para la puerca rosa clueca más deforme,
para que todo lo que es mundo tenga porte,
y exuberancia,
protuberancia en abundancia y comedores.
Piden favores y motores a carbón,
siglos mejores y calores que vendrán a dar amor:
la pepa chica que evangélica mostaza,
para fundar congregaciones y carnaza,
para enojarse, porque a veces hay que odiar.
En plan de furia la conciencia se parece un poco a mí:
jaula insegura que no cuida ni protege,
castillo pétreo para cuna Rey David,
al que los pájaros acuden a capear la tempestad,
pero se escapan por la puerta de inmediato,
despavoridos.. tan insensatos,
porque no saben lo que quieren, porque nunca,
repito, nunca nos dirán a dónde van.