Quisiera ser Plutón
detrás de ese cometa,
que oculto en un rincón
dejó de ser planeta.
Borrar de mi memoria
lo que hemos vivido,
y sólo ser historia,
quisiera ser olvido.
Querer ser Dori, allí
en medio de la gente,
decirles que perdí
la memoria reciente.
Que se coló tu nombre
por entre mis dos manos,
y nunca fui ese hombre,
ni nos reencontramos.
Mi Jecaracola
habita los sueños
que pueblan la noche
del siglo que viví.
Fecunda farola,
iluminalcanzable
el viento camino
que piso al dormir.
Saltando de la mano
los viejos durmientes
en la extensa mañana
del Puerto mayor.
Persigo su luna
cubriendo mi boca
del frio dormido
por verla vivir.
Y vive este juego
que sólo consiste
en unir el sendero
de su aparición.
Me gusta ser dueño
del plan prodigioso
que lleva su nombre
y su prisa feliz.
y a mis años
evitar querer así cuando la quiero.
Cual apostol paulino
del siglo primero,
navego el mar Egeo de mi Fe,
y publico parábolas
y escribo cartas nobles,
me yergo orgulloso y peregrino
en el ágora gentil del mundo,
al pie de aquel ambón divino,
para hablar de su vida
y su pasión,
y alabar enamorado
su canción genuina,
y anunciar a todo el orbe
su febril Resurrección.
No puedo de otro modo
a los cincuenta
evitar amar así como la amo.
Como un niño adolescente Marco Polo,
atravieso el medio oriente por amor,
y la busco en Cipango
y la encuentro en Catay,
me sumerjo en su Corte de princesa,
tomo nota de esa forma de vivir
en la ruta de la seda del tiempo,
por hablar de su fuego
y su existencia,
para abrir el delicado velo negro
de su loto y de su karma y su brahmán,
y cantar a todo el orbe cuando vuelva
su nirvana de miel
y su cruz reencarnación.
Ya no puedo de otro modo
ser el mismo
pues al fin nos reencontramos de verdad.
No me pidan por favor
que contenga la luz:
ya no puedo sin la vida vivir.
Desnudo voy contigo,
cubriéndome el ardor,
sentado en un bolsillo
de luz multicolor.
Prendido en la solapa,
mirándote el rubor
y el pálpito de guapa
marea que es tu flor.
Yo voy como el arriero
montado en un pollino,
siguiendo aquel sendero
que fue nuestro destino.
No quiero estar ya lejos
del viaje y de la voz,
del mapa, el catalejo,
del poncho, el albornoz.
Sería como un traje
el que te da calor,
tu chuño y tu tatuaje,
tu sombra y tu fulgor.
Soy yo mirando inexorable
las estrellas cuando estoy contigo
pero llevo en mi pecho un amigo
son los días en que no estás
Y escondida la mano derecha
busca tu presente sencillo,
el ahora dentro del bolsillo
un hoy que no tiene final.
Yo soy el duende
conejillo marrón
que vive náufrago
en tu ombligo catalejo
y doy piruetas de Colón
sobre una gárgola,
para alcanzar tu cuello
místico y soñar.
Que solo a veces
me habrás visto riendo
en el espejo y por las noches
me sumerjo vial,
que llevo siglos esperando
mingo para dormir
cada día y todo el día
más cerca de ti.
