17 de julio de 2018

CMXVIII.- Julepegajoso



Hay una presencia
que gira escondida
y, apenas te distraes,
vomita su hedor.

El miedo se apodera
como plaga invisible
del centro del alma,
que busca escapar.

Corroe las ánforas
llenas de vino,
que luego derrama
en la arena muriendo.

Despide a los deudos
con falsos pañuelos
y deja tres cuervos
picando la tumba.

No tiene vergüenza.
No quiere tu vida.
Te atrapa en sus brazos.
Te impide caminar.

Te miente respirando,
sudando y temiendo
que una día el artero
te vuelva a traicionar.-

El miedo no tiene
ni nombre ni cara.
Deambula en oscuros
pasadizos de carbón.

Si tienes la suerte
de huir, no te olvida.
Se queda en el cielo
gimiendo su dolor.

Volando espirales
que caen llorando,
te mira de lejos,
cual águila temor.

Hagamos fogatas
de sueño y romero,
y digamos a coro:
no vuelvas jamás.

Ceñidos los hombros,
desnudos los pies,
alegre la mirada,
me liberaré.



14 de julio de 2018

CMXVII.- Arrepentí Dorian Gray



Harto acostumbrado a simular la rabia, 
y el enojo de la frustración, 
lo que se guarda en vasijas de vino, 
en amables recipientes de ficción.

Y en el óleo se ha podrido su cara, 
cubierto de un telón sonriente, 
paciente y obsecuente que ha caído,
persistentemente falso y felón.

A la gente le daba la mano,
al exigente le daba la razón,
al perezoso le hacía la pega
y al mezquino le cuidaba el corazón.

Incluso el sol tiene tormentas de fuego
y hasta los muertos nos esperan llegar:
hasta el hielo nos quema con el tiempo
y tarde o temprano nos arrastra el mar.

Yo resisto, callado, compungido,
me hago el tonto y tolero, patrón,
pero llega la piraña de la furia
y reviento, grito y digo la verdad.

El hermoso minino juvenil de siempre,
dibuja en su cuaderno del olvido
un horno de hiel que lo hace eterno,
pero nada es para siempre y se acabó.

Enfurecido por amor a la Justicia,
me sangran calientes las manos,
me lloran imploran los ojos insanos
y luego me arrepiento y les pido perdón.

10 de julio de 2018

CMXVI.- Fecundas Hojas Secas



Ando de la mano con lagártica tiniebla, 
que hierve en comezones de dolor insoportable, 
me ciega y se asemeja al basural ignorado 
donde tristes una noche dos perdidos andrajosos, 
siguiendo a un perro negro y algo cojo, levantaron
desnudo, ya sin vida, polvoriento y en harapos
al viejo y prodigioso borracho de Baltimore.

Algas que se extinguen en el miedo corazón, 
olas de brillante noctiluca tenebrosa, 
hiel que va subiendo hasta la puerca ventana,
que enfurece y enloquece a la furiosa que hay en mí:
asomada mirando el circular de las hormigas,
contando infatigable los carruajes de la muerte
y bebiendo la cicuta del color del sol.

¡Oh, Edgar Allan Poe!

Yo llego hasta la casa, me sumerjo entre los libros,
amables apostólicos soldados que no cantan
pero apago las luces, aseguro las puertas
y logro distinguir entre el mudo barullo
a la incrédula y bendita serenata 
del coloso pensamiento del mundo.

Se acaban las sombras,
se esfuman los sollozos,
aplaudo fervoroso y un rayo de fe
ilumina el espacio donde el crudo martirio 
de vivir cada día se marcha por fin:
se escapa de improviso para no volver jamás.

¡Aquí están!

Mis quietos amigos que miran impacientes,
me piden cual soldados que esperan su medalla,
los tomo, los hojeo, los huelo y los amo.

Son consuelos rectángulos ancianos luminosos.
Son prímulas cubiertas de nobleza irreverente.
Son ángeles azules que me toman de los brazos.
Son arboles difuntos que ya han resucitado,
en mis manos encomiendan su Espíritu
y todo lo consuman por el Dios que vive en mí.

8 de julio de 2018

CMXV.- Block B-12



Mi madre cierto día despertó riendo.
Nació la niña nueva que jugaba a la ruleta
y así tan diferente a la mujer que me crio,
que sin querer parió a este niño viejo poeta.

Y yo que le cantaba las palabras inventadas,
y a veces dibujaba ciudades ficticias,
o bien almacenaba escarabajos fabulosos
de todo me reía todo el día de mí.

De cinco pisos blancos edificios yo subí.
De cuatro puertas cada piso yo toqué
Y cinco chilenitos ofrecía por bolsa.
De veinte bolsas llenas la bandeja feliz.

Mi madre cierta noche se dormía lentamente.
Lloraba aquella tarde desolada su dolor.
Su rígido carácter apagó la sangre.
¡Y a mí no me nació ni consolarla, por Dios!

2 de julio de 2018

CMXIV.- Sangra Vitacional


Me gustaría trabajar 
en la oficina de patentes de Berna, 
tener un año milagroso 
y descubrir un mundo semejante 
a lo que nadie pudo nunca imaginar. 

La luz es la sombra de Dios. 
El Espíritu, la vida en la muerte. 

Miro a las estrellas y cientos de miles 
de vidas y muertes, de gritos, nacimientos 
y auroras infinitas llegan a mis ojos, 
millones de años después, en un segundo. 

El segundo en que estoy acá soñando 
con ser un pequeño empleado 
en la oficina de patentes de Berna.

CMXIII.- Sumario



Cuando vuelvan a pedirme que me allane,
que no dé jugo y me resigne,
que acepte lo que han hecho para salvarme,
para que todo siga su curso,
para que no me censuren y me libre,
voy a subirme a una moto
y me iré a Los Andes, a Chañaral,
a Iquique, a la calle Riquelme,
a los brazos de mi padre,
al vientre de mi madre,
al infinito de la vida que todavía no es,
y miraré hacia el futuro que ya fue,
al destino maldito que teje una araña,
al porvenir oscuro que manejaron por mí,
para decirles: No.

Sacaré de mi bolsillo caracolas verdes,

pariré canciones niñas atonales divertidas,
amaré por una noche la más bella luz,
volveré a nacer de nuevo en la palabra Pedro
y me pondré de pie,
miraré hacia el regio lodazal del tiempo
y moriré.

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