¡No te ofusques, por Dios!
Si te dañan, di lo siento.
Y ya no eleves la voz.
Mantén la compostura.
Cuenta hasta un millón
o cinco mil doscientos.
Siempre pide perdón.
y, por favor, madura.
Recuerda que, al final,
y de todas maneras
todo se hunde en el mar
o se lo lleva el viento.
Deja de sentir pasión
por torturas y tonteras
y oculta en un cajón
tus sentimientos.
Reprime la ansiedad
y traga veneno con mulso.
Olvida la dignidad
y controla tus impulsos.
Si las nueces hacen ruido
y aunque el fallo sea injusto,
la vida no tiene sentido.
Bebe la amargura con gusto.
Acaso hay en el mundo
dos seres genuinos,
los ángeles sin alas
que quieren ayudarnos
y vírgenes de alpaca
que buscan nidos tibios,
pero no puedo verlos:
se esconden de mí.
Se han ido al cielo negro
que ocultan las estrellas
de un viento sin sonido,
en el sordo fuego inicuo:
repiten el sopor
de un cuenco malherido
y son como estornudos
que tañen en las sombras.
Si quiero ver sus ojos,
me nublan la mirada,
me ciegan sin oírme,
sin manos, precipicios,
furor agazapado,
su espalda de incesante
recuerdo de escorbuto
y lágrimas del sol.
¡Estrella del silencio!
Descubre tu abanico,
bendice el oro incierto
que grita en mi interior,
navega junto al alba
del lento carruaje
dormido entre la noche
y el día sin dolor.
Qué designio extraño
me ha apartado sin razón
del fuego que sonríe
en la palma de sus manos
y el cielo que en la dicha
columpiaba con las mías,
que el alma se me aprieta
en recoletas de dolor.
La fábula se esconde
tras un velo de codicia,
la flor del paraíso
se marchita a mi pesar,
la luna que en su cama
yo velaba, se oscurece
y lejos, ya tan lejos
oro y ruego por su voz.
Yo quiero ver corriendo
su rotunda carcajada,
volar y palpitar
el mundo sol y candoroso,
que un día caminamos,
encumbramos, celebramos,
y soñamos, y palpamos
el amor que atesoré.
Y el prado amado ajado
por el cieno del rencor
descansa allí en el nicho
de mi incienso corazón,
dormido en la esperanza
de latir, recuperar,
soñar, resucitar
y ser de nuevo volantín.
Detente,
que por un descuido
pasa uno de luz
a penitente.
Escarba
la arena del olvido
y eleva del castillo
su puente.
Es diferente
dar, y totalmente,
un repaso al futuro
que fue.
Memoria sana
y nace la simiente
del pasado mañana
y ayer.
