Me hubiese gustado ser futbolista. Ganar plata por jugar partidos, por entrenar y por salir en la tele. Alexis Sánchez nació en 1988 igual que yo. Pero, no. Nunca fui bueno para la pelota. Me dejaban al gol. Y siempre me elegían al último.
Al papá le informaron en el Barros Luco que tenía cáncer a la vejiga. Más encima le iban a cortar un dedo por la diabetes. Hacía ya un mes que no veía a mi hija. Su madre me había dejado y se había ido con otro, llevándose la Luz. Me echaron justo ese día. Vivía en las tinieblas.
El 4 de julio de 2015 estaba por terminar. Pasaban autos tocando la bocina. Había gente en las puertas de las casas aplaudiendo y mirando al cielo de la noche más linda de la historia del fútbol chileno, la noche de mi locura.
A las diez y media fui a la bodega, saqué la Taurus que mi papá ocupaba en la botillería. Salí al patio y disparé dos veces. Entré a la casa del vecino y lo apunté en la frente: "¡Esto es un asalto!" le dije llorando. Ni se asustó. Me retó, de hecho. "Váyase pa su casa, vecino.. ¿qué está haciendo?". Apunté a mi paladar con el revolver y le dije que iba a morir. Pero me empujó, me regañó otra vez y me dijo que me fuera y dejara "esa pistola en la bodega".
Salí a la calle y disparé otra vez. La gente no se da cuenta, no oye los disparos. Viene un auto. Apunto al parabrisas y grito: "¡Bájate, concha de tu madre!". En cambio, el auto acelera y casi me atropella. Volví a disparar. Las balas suenan en el aire como un latigazo.
Llegan los pacos. Disparo una vez más, ahora contra el carro policial. Se bajan dos. No logran controlarme. Disparo por última vez y siento dos balazos. Uno me llegó en el brazo.
Desperté en el Barros Luco. Los pacos me cuidaban. A mis pies estaba la jueza y el fiscal. De repente llegó el defensor. "No me acuerdo de nada", le dije. Dos robos con intimidación, dos amenazas (el del auto y su polola), porte de arma, disparos en público sin justificación y homicidio frustrado a Carabineros en actos de servicio. No sé por qué no quedé preso. Al día siguiente me dieron de alta. El balazo de los pacos me había fracturado dos huesos del brazo derecho. Mis balazos no hirieron a nadie.
Estuve en la casa hasta el 23 de marzo de 2017, el día del juicio y en la noche, Argentina volvía a jugar con Chile. Declararon los pacos que me dispararon, el perito que analizó el arma y el tira que investigó. El fiscal leyó unos oficios. No tengo autorización para portar armas.
Al final declaró mi papá. Contó la historia de mi vida en menos de diez minutos. Desde que nací hasta el día en que me encontró en el Barros Luco. Contó que finalmente se había operado de la vejiga el 26 de junio de 2016. Que perdió parte del pie derecho por la diabetes. Por eso entró a la sala del tribunal en silla de ruedas.
El fiscal habló al final: están acreditados dos delitos al menos: porte de arma y disparos al aire. Por cada uno debía cumplir al menos tres años y un día en la cárcel. ¡Seis años preso! No pude mirar a mi papá mientras declaraba.
Mi papá le dio la mano y le agradeció al fiscal. Cuando salía, me dijo: "Si hoy gana Chile, se me queda en la casa el tontito". Me absolvieron.
El defensor dijo que mi imputabilidad estaba disminuida esa noche en que la Roja ganó por primera vez la Copa América. Me gustaría haber sido futbolista.