28 de marzo de 2017

DCCCV.- La Generación Dorada


Me hubiese gustado ser futbolista. Ganar plata por jugar partidos, por entrenar y por salir en la tele. Alexis Sánchez nació en 1988 igual que yo. Pero, no. Nunca fui bueno para la pelota. Me dejaban al gol. Y siempre me elegían al último.
Al papá le informaron en el Barros Luco que tenía cáncer a la vejiga. Más encima le iban a cortar un dedo por la diabetes. Hacía ya un mes que no veía a mi hija. Su madre me había dejado y se había ido con otro, llevándose la Luz. Me echaron justo ese día. Vivía en las tinieblas.
El 4 de julio de 2015 estaba por terminar. Pasaban autos tocando la bocina. Había gente en las puertas de las casas aplaudiendo y mirando al cielo de la noche más linda de la historia del fútbol chileno, la noche de mi locura.
A las diez y media fui a la bodega, saqué la Taurus que mi papá ocupaba en la botillería. Salí al patio y disparé dos veces. Entré a la casa del vecino y lo apunté en la frente: "¡Esto es un asalto!" le dije llorando. Ni se asustó. Me retó, de hecho. "Váyase pa su casa, vecino.. ¿qué está haciendo?". Apunté a mi paladar con el revolver y le dije que iba a morir. Pero me empujó, me regañó otra vez y me dijo que me fuera y dejara "esa pistola en la bodega".
Salí a la calle y disparé otra vez. La gente no se da cuenta, no oye los disparos. Viene un auto. Apunto al parabrisas y grito: "¡Bájate, concha de tu madre!". En cambio, el auto acelera y casi me atropella. Volví a disparar. Las balas suenan en el aire como un latigazo.
Llegan los pacos. Disparo una vez más, ahora contra el carro policial. Se bajan dos. No logran controlarme. Disparo por última vez y siento dos balazos. Uno me llegó en el brazo.
Desperté en el Barros Luco. Los pacos me cuidaban. A mis pies estaba la jueza y el fiscal. De repente llegó el defensor. "No me acuerdo de nada", le dije. Dos robos con intimidación, dos amenazas (el del auto y su polola), porte de arma, disparos en público sin justificación y homicidio frustrado a Carabineros en actos de servicio. No sé por qué no quedé preso. Al día siguiente me dieron de alta. El balazo de los pacos me había fracturado dos huesos del brazo derecho. Mis balazos no hirieron a nadie.
Estuve en la casa hasta el 23 de marzo de 2017, el día del juicio y en la noche, Argentina volvía a jugar con Chile. Declararon los pacos que me dispararon, el perito que analizó el arma y el tira que investigó. El fiscal leyó unos oficios. No tengo autorización para portar armas.
Al final declaró mi papá. Contó la historia de mi vida en menos de diez minutos. Desde que nací hasta el día en que me encontró en el Barros Luco. Contó que finalmente se había operado de la vejiga el 26 de junio de 2016. Que perdió parte del pie derecho por la diabetes. Por eso entró a la sala del tribunal en silla de ruedas.
El fiscal habló al final: están acreditados dos delitos al menos: porte de arma y disparos al aire. Por cada uno debía cumplir al menos tres años y un día en la cárcel. ¡Seis años preso! No pude mirar a mi papá mientras declaraba. 
Mi papá le dio la mano y le agradeció al fiscal. Cuando salía, me dijo: "Si hoy gana Chile, se me queda en la casa el tontito". Me absolvieron.
El defensor dijo que mi imputabilidad estaba disminuida esa noche en que la Roja ganó por primera vez la Copa América. Me gustaría haber sido futbolista.




DCCCIV.- Piedad de nosotros



La televisión que agoniza se une para exhalar nuestro último suspiro y, con evidente afán de lucro, en inaudita y penosa cadena nacional, muestra irresponsable la fétida entraña de esta medieval vulgaridad chilena, que pierde la cabeza creyendo que llevan al jorobado ante su cadalso.
Un gendarme repentinamente se convierte en Kevin Costner, centurión amanerado y nervioso que, ametralladora en mano, protege al condenado de la luz del sol.

El procurador anodino y famoso por sus malas artes, monta un espectáculo circense en la explanada del Mall del Crimen, se lava las manos sin misericordia en la pileta de una plaza, atestada otra vez de esos curiosos e ignorantes que lograron entrar al sanedrín donde una jueza, que también parece haber perdido el decoro profesional ante las cámaras, se rinde como Alicia y el conejo a la locura general, convirtiéndose en el Caifás de una farsa vulgar y demente, cegada por el brillo estridente del ruidoso cuchillo de una guillotina imaginaria.
Y el único que se mantuvo digno y centrado, divirtiéndose callado como el gato de Cheschire, mirándonos a todos desde la copa de un árbol, fue Garay: el loco mentiroso que entró a Jerusalén montado en un asno, el sinvergüenza resentido que nos estafó, el rey de los judíos que vino a redimirnos, el charlatán que nos extravió, el codero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Una pausa, y ya volvemos..

27 de marzo de 2017

DCCCIII.- Huemultrón



Yo no te mato ni un insecto
No tengo sexo por placer.
Mi pretensión ser perfecto.
No equivocarme ni caer.


No le hago daño a las mascotas,

no trato mal a mi mujer
ni me paseo yo en pelotas.
No abuso nunca del poder.


Yo me la paso preocupado
que eso no vuelva a suceder.
Mejor volvamos al pasado:
mañana siempre igual que ayer.


Te estoy observando, Jordán.
Que me saco la correa, Bulo
Aprende a comportarte, Sano.
Y quítate del medio, culo.

DCCCXXVI.- Dueña conmigo



Hoy ha vuelto esa dulce mujer 
a abrigarme de nuevo por la noche: 
pasión invisible que habita la niña 
alegría de mi sueño corazón. 

Ninguna me mira como ella lo hace, 
porque nadie ha visto nunca en mí 
lo que suavemente besa me ilumina
y canta y ríe mi cama en silencio.

Y no era ciertamente la más blanca 
sino la pantera vestida de tinieblas,
la gracia y la ternura en la voz
de aquella extraña nocturna curiosa.

Yo quiero ser su magistral amando,
la tibia lumbre de morir con ella,
la maravilla flor mirándome se va,
para vencer la oscuridad mañana.

Que me visite otra vez al dormir,
la veo venir y conocerme jugando,
y sentirme y tocarme y amar.
Cierro los ojos por volver a verla.

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