25 de julio de 2006

LVI.- Caleidonauta


Sus jardines infinitos dedicados a mí.
son orgasmos que no terminan nunca.
Es la mar inmensamente significa:
¡Nunca sufras y quédate aquí!


Yo quiero todavía esa substancia.
Adquirir un alma mía indeplorable.
Suprimirme por un momento,
un pequeño momento y subsistir.

Desgraciadamente soy el mismo
y nuevamente la misma substancia.
Su padre, gran maestro insignificante
virvirá lo amablemente por fin.


Vivirá por fin la flor hermosa..
su luna misteriosa me recrea
y, jocosa, me alienta y me acosa

Me seduce, me rodea.

Me provoca

24 de julio de 2006

LV.- El mejor lugar para morir




Soñé que se moría en Pica.

Nunca anda nadie por ahí. Cada 16 de julio sale la Reina a pasear, pero en Pica no pasean ni los gergeles.

Yo había ido de puro sapo, con mi curso. Veníamos de la playa. Una playa enorme, con el sol anaranjado y tibio de los sueños. El Billy Willy andaba metido en un experimento para bajarle el nivel a la playa. Unos cocimientos químicos que se depositaban en la orilla y que hacían retroceder
la marea unos varios metros, pero dejaban una especie de planchón peligroso con resaca diabólica, de esas que solo se ven
en los sueños.

Siempre que sueño en la playa, se sale el mar. Llega hasta la muralla que lo separa de la calle. Siempre que miro el mar
de mis sueños, se sale despavorido y vuelca su pesadilla sobre mí. Siempre que sueño en altura, me caigo hasta morir. Siempre. Pero este mar era distinto. Y el experimento del Billy Willy dio perfectos resultados. Nos bañábamos felices. Habían olas gigantes, que nos pasaban por encima como bandada de pterodáctilos marinos. Y yo me quedaba quieto en la orilla. Pasaba la ola y seguía ahí mismo. Era distinto al mar típico
de mis sueños.

Dormíamos en una casa de playa. Como veinte en la misma pieza. No vi ninguna mujer.
Siempre que sueño con mujeres, las persigo. Parece como si ninguna mujer se me resistiere cuando sueño con ellas. Es cuestión de insistir un poco, aunque todo sea
un extraño sueño.

Siempre que sueño con mi curso del colegio, estoy en pelotas. O en calzoncillos. Pero nadie se ríe. Es natural.
Es un sueño.

Había una cosa rara.Libros. Muchos libros. Se supone que todos eran míos, porque los metía en mi mochila con desesperación.
Y aparecían compañeros con libros en sus manos. Los dejaban en el suelo y yo los metía en mi mochila. Eran Breviarios, del Fondo de Cultura Económica. Libros impresionantes. Todo lo que uno podía saber estaba ahí. Y todos a mi disposición, en esa casa de la playa.
La casa de los sueños.

De pronto había que ir a
una casa gigante de Pica. Estaba hecha de madera y muy antigua. Con el papel tapiz quemado por el sol. Y un gran patio. Una chacra desordenada y llena de pollos. De las paredes colgaban cadenas, redes de pesca
y habían réplicas en miniatura de galeones del Siglo XVII. Toda una riqueza incalculable.

Subimos a una casona
al final de la chacra. Ahí supimos que había muerto. Estaba metido en su ataúd. Nadie podía mirar el cajón.
Había una sala típica de Pica. Con los clavos oxidados, con el piso de madera astillada y con alfombras gastadas y viejas. Las paredes pintadas de calipso antiguo y descascarado. Al fondo, en la pared, una pantalla gigante de televisión mostraba el rostro inquebrantable del General muerto. En la entrada habían compañeros míos a los que no les interesaba en absoluto la muerte. Era un sueño.

Yo miraba al muerto a la cara.
La Nona rezaba callada. Me veía preocupado por el General muerto como todos los muertos, con los ojos cerrados. Pero, de pronto, los abre. Me mira
y los cierra. Yo no me asusté porque desde que estaba en la playa supe que todo era un sueño.

Siempre que me doy cuenta que estoy soñando, me caliento y persigo a las mujeres. Siempre quieren, porque ellas también saben que todo es un sueño. Una vez soñé que había mucha plata enterrada a la orilla
del camino a mi casa. Junto a la huella, metía la mano y salían monedas gigantes de cien pesos. Yo las guardaba en unos tarros de leche condensada. Salía y salía plata debajo de la tierra.
Pero era un hermoso sueño.

La gente en Pica
decía que el General tenía prometido ir a morir allí; lo quería mucho. Construyó chacras y abrió los pozos. Trajo naranjos y pavimentó las calles con un asfalto especial que no quema los pies
cuando uno lo pisa.

Y el General se veía dichoso metido en su muerte.
Pero a mi me intrigaba que hubiese abierto los ojos, así de súbito, y que los hubiere cerrado con ese guiño diabólico. Descubrí, entonces, que -en la sala contigua, en un pequeño cuarto típico de las casas de Pica- se había instalado un grupo de imbéciles que había digitalizado la imagen del General muerto y había logrado asustar
a todo el mundo con las caras de risa y los saludos de payaso repentino que a veces se veían en pantalla.

Yo me enojé mucho y la Nona
me encontraba mucha razón. "El respeto al silencio de los muertos está
por sobre cualquier cosa". Yo metí la cabeza por la puerta entreabierta de la sala contigua: "Cuando se mueran voy a venir a quitarles el sueño. Les voy a meter un cuesco de palta en los ojos y una botella de Fanta por el poto". La Nona me sacó de un ala. Pero seguí odiando en mi interior. Por malditos que sean los muertos, nadie merece que le perturben el eterno sueño.

Pero yo era el único que me había enojado.

Mis compañeros
se habían ido a la Cocha:
un resbaladero de aguas sospechosamente tibias y lleno de gente todo el Santo Día.

Bajamos a la casa principal. Los pollos me seguían y una paisana me iba contando las muchas cosas buenas que había hecho el General muerto en Pica; que Pica era el mejor lugar donde el General
podía venir a morirse. Yo le quería contar que no se tenía de él el mismo recuerdo en el resto del mundo. También creía que Pica no era el mejor, sino el único lugar donde el General podía venir a morirse tranquilo. Pero me acordé de los imbéciles de la sala contigua y m
e enojé de nuevo, aunque todo era un extraño sueño.

Un sueño, nada más.

20 de julio de 2006

LIV.- Pobre Niño


Me dijo que venía.
Andaba medio raro.
Su padre está en la Peni.
La madre nunca fue.

Este niño, viejo,
lo tiene casi todo:
conducta irreprochable
y colaboración.

Bueno, en todo caso,
espero que aparezca,
aunque como vamos,
no creo ya que venga.

A mí, viejo, tres años,
me parece mucho.
¿Por qué no lo bajamos
a sesenta y uno?

Lo estuve ayer llamando
desde mi oficina.
Si viene, ¿la matamos
o pedimos nuevo día?

Bájale la multa
y remisión condicional;
le damos cuatro cuotas
y, luego, renunciar.

Total, fue sólo un robo.
¿O no, Señor Fiscal?

18 de julio de 2006

LIII.- Un minuto de silencio


Rondó en un ámbito de sombras mudas
por el que nunca en realidad me obedeció.
Cuando lo traje -estoy seguro- a la casa
de madrugada, no era un niño criminal.

Nunca tuvo pareja ni mantuvo a sus hijos,
no tuvo prole ni trabajo y no celó.
Como si prófugo quisiera no ser visto,
se manejó como doméstico anormal.

Se alimentó de puras sales minerales
y se alojó felino dentro de sí.
Más pretendió ser colibrí sin alas
y picaflor sin ser, por cierto, colibrí.

Del perro, parco se ocultó además y, frío,
ni una palabra jamás le dirigió.
Un parricida de testículos vacíos,
fue su misterio tenebroso, sin piedad.

Por qué lo extraño, casi siempre y dormido,
si se condujo tan uraño como en todo sin fe?
De qué sirvió si al final ese ermitaño que, viejo
una mañana, allá lejos, su esqueleto se fue?

17 de julio de 2006

LII.- Talita Cumi



Ya no quiero seguir siendo el perseguido,
que de darme con el puño en el pulmón
llevo triste de mi tiempo, abandonado.

Todo es dolor
y nada he conseguido
con dar las gracias por andar en el perdón
y de perdón y perdonar,
estoy cansado.

Quise de noche liberar soñé mi vida

puerca de intragables algarrobas,
y volver
a la casa, y me esperaban en la puerta.

Ni a mi padre le
pedí tener de mí piedad,
porque era digno como todos de pasar,

porque de nada me debía arrepentir.

¡Yo soy el hijo de mi propia voluntad!
porque me habita a mí también, ¿y qué?,

la melancólica y bendita imperfección.

Y así como mi viejo padre,
yo soy injusto y desalmado y cobarde,
me ha perseguido, cansado y dolido.

Mi amado padre.

13 de julio de 2006

LI.- La dura


Báncate solito y callado
y asume la responsabilidad.
Suda la enterita dura ruda muda
por pecados que nadie sabrá,

que no te correspondían
y tenían todavía solución.

Asumir la pulpa de la culpa,
siempre tan difusa y tan ecléctica,
enteramente tú, conmigo y todos,

siempre toda mía y tan de todos los demás.

Eso, nada más.

Hay que puro darle todo el odio al tiempo,
hay que darle y no dejar de dar
y al odio todo el tiempo y luces nuevas
al obsesional exceso de piedad.

Si llenamos de buenas costumbres

los días que habremos de vivir, quizá
teniendo cada uno la misma suerte,
dejaremos de nosotros un recuerdo falaz.

Eso, nada más.

Grandes obras pías.
Ferviente humanidad.
Diez huérfanos a cargo
por solidaridad.

Mas no todo lo que es luz divina
es eterna salvación, sin pagar.

Eso, sólo eso y nada más.

L.- Canto de Sirena



Tu prícincipe azul no ha muerto,
mujer,
andaba solo sólo de parranda.

Míra noctiluca entre la espuma:
allí estaba el alimento de tu alma.

De todas las maneras de ser linda,

mujer
luminosa, la que tanto deseas,
puedes elegir la que quieras:
la suerte de la linda o de la fea,
la que amabas siendo niña solitaria,
la que un día tu papito se fue,
la que no alcansaste nunca nada.


Tu dulce fantasía incompleta,
mujer,
es cuestión de hacerla hervir:
tómate la vida con humor.


E
se talento que quiere cantar
y vivir
lo tienes hace tiempo y te lo dieron
para dar y sólo dar y regalar:

sirena que lanzarte a la mar.

Recuerda que mayo en Chile
es el heróico mes del mar,
y en Bolivia, sólo el mes de mayo:
lamento más de treinta días,

solamente puro quiero mar.

Barata apología de Bolivar,
mujer!


Desnúdate
y lánzate
a nadar.

11 de julio de 2006

XLXIX.- Puro cuento


Seré buena persona en el futuro.
Por lo menos una vez o dos al mes,
asistiré a celebraciones y jolgorios,
pero no me dejaré llevar jamás de nuevo
por mis cándidas pasiones vacilantes,
ni tendré otra vez propósitos viciosos
o caprichos reprobables, por mi bien.

Así caminaré triunfante
por senderos de encomiables luces puras,
y haciendo de mi vida la palabra
que he empeñado con honor y pulcritud,
recibiré de mis amables superiores
la ansiada y merecida flor de condecoración.

Algún día llegará por fin mi ascenso
y, admirado por colegas, siendo viejo, me iré.
Jubilado gozaré de las delicias prometidas
siendo niño revoltoso, y sin achaques veré
el breve espacio cano de mis dignos años,
jugando con los nietos en el patio de su vida,
prodigado tiernamente con amor de mi mujer.

Seré buena persona hasta el final.
Pronunciarán un gran discurso en mi velorio.
Vuestra Fiel Conciencia habrá de ser mi juez.
Me llevarán todos en andas por el ancho mar,
desde un cofre de cenizas que dorado y radiante,
arrojarán, por santo súbito y glorioso,
triunfante y recordado y olvidado sin pudor.

Habré cumplido todo lo que solo me propuse
aunque nadie lo mencione ni lo diga jamás,
pero yo recordaré mis tiernos años dichosos,
entre ángeles y miel y prodigiosa majestad,
salvo ciertamente que sin Dios, desaparezca;
y nada más que muerte y sólo nada y nada más.

10 de julio de 2006

XLVIII.- Autogólgota


Sin ostia en la boca ni Espíritu Santo,
que unidos juramos, presiento que tú
curtías mamparas de antaño, rezando
y subiendo inocentes al monte, su cruz.

Que eleven la antigua ignorante plegaria
por todo domingo y callado me voy,
conforme se han ido, este siglo quisimos,
quedándo por todos el saludo de la paz.

Ya no te conozco, ni llevas melena:
hay castillos y demonios y suplicios que decir
que van reservando su posada en la gehena,
y, sin embargo, muchos fariseos junto a mí.

Ese que tú ves impidiendo que ella salga,
mi pobre amor inquieto la persigue con pasión,
llenándose de golpes que estrangulan a mansalva,
queriendo sólo Ley; ese también soy yo.

Y todo aquél que esté por fin enteramente libre
de su primera piedra con el pecho en la pared,
que vaya cometiendo pecadillos tan horribles
y arroje su miseria y que se acabe de una vez!

7 de julio de 2006

XLVII.- Niñocente



Huevito y palomo, perdido, enojoso,
mal hecho y escombro, vencido en el mar.
Perdimos la guerra, más no la batalla.
¿Qué insulso organillo, si nadie te oyó?

Mi madre se ha ido y llegó una mañana
diciendo idioteces que no olvidaré:
"Licenciado Pollarolo, que deja el hospital,
gladiolo sin remedio y la voz del cardenal".

El mico que ha huido se lleva a tu hermana,
pidiéndole a veces que olvide a su Adán,
pero ella es tan digna, tan ángela y muda,
que todo lo perdona y jamás lo dirá.

Pequeños que somos, macacos piojosos
atados de pie al organillo bocón.
Vacía mi calle y dormidas las putas.
No vienen los niños: algo les pasó.

Gritaremos como fascios de combate.
Dormiremos a la gira y en cubierta nos dirán:
“Lucha, camarada de contienda y compañeros,
que nunca, pero, nunca volveremos a vivir”.

Marcharemos como amargos bolcheviques.
Le diremos sus mentiras a Juanito, el capataz.
Partiremos en doscientos mil veleros:
nuestra vida de polluelos a llegado a su final.

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