Ya no cuentes más conmigo
como el agrio buen amigo
que mató su caro tiempo en ti,
ni busques otra vez tampoco
nada en mí que te sostenga,
que te consuele
o que te llene de eso tenue
que solía yo entregar por complacerte.
Que no viene el aire claro que te llena
sin la fétida tormenta nauseabunda,
ni se acerca el gato niño
que se arrulla entre tus piernas
sin querer que por tu parte
lo atesores y lo quieras,
que hasta el hijo más amado
te traiciona un día
y esa piedra en que tu vida construías
una noche te negó y vendió,
se cansó y se marchitó dormida
como el mágico y rosado carmín.
Porque tu media naranja enamorada
es precisamente y sólo la mitad,
y el amoroso cuando duerme no ama,
ni se levanta en la mañana a trabajar:
yo estoy seguro que algún día
cuando ya no esté
pedirás una migaja al menos,
un beso tibio en la mejilla y una taza de te,
pero la vida ya se te ha ido lejos
y los amigos no te quieren ver.