27 de abril de 2006

XXXII.- Basca


Verdugos miserables que no aman a nadie,
ocultos bajo espesos nubarrones de cal,
ya nunca dejarán de arrepentirse por algo:
ella siempre lo tuvo y no lo quiso olvidar.

Y lloraba al difunto Macabeo hecho hueso,
y su cariño sin carácter, mentiroso que se va.
Su muerte festeja y conmemora en el aire
vacío y pestilente de la noche al vomitar.

Romanticorrupción sin estival que ha huido
de todos los plebeyos que la amaron una vez,
del útero que oculta su reflejo y la manía
de soñar con no parir ni molestarse en ver a Dios

Desnudo y de nuevo, tan infiel y tan caliente,
sin ángel ni guadaña que presienta su gong
oscuro, y no lo ha visto enarbolando la muerte
de su necia bandera penitente, ya me voy.

Y hay espejos que me miran por toda la casa,
y un extraño perfume de maldito desamor,
dos clavos de miedo que castran mi mente
y los amargos alimentos que digiero sólo yo.

25 de abril de 2006

XXXI.- Flor y Nata


Cuál es la verdadera
pasión generosa,
la vida buena
y la gente indecorosa?


Cuál es la cosa
que conviene que quiera?
Y qué, la rosa?

Ahora no sé.

Yo escribo porque estoy seguro

que ciertas amenas cosas
no deben pasar al olvido

y deben ser dichas.

Hay a menudo que saber
cierto tipo de asuntos;

algunos de la más delicada
índole o simples bravatas
de nimia irresoluta trascendencia,
pero llenas del rumor luminoso,
del encanto y del fulgor
con que arrópalo mi vida todo
desde siempre con devoción.

Conozco esa devoción,
que de golpe me abre los ojos,
en medio, en mitad de la noche,
y que ha menudo me abandonó.

Devoción que sobrecoge a veces

y a veces siento ocupar,
palpitar cada vez en mí
todavía mayor lugar.


Toda esa devoción
que hemos buscado y tocado
y madurado y atesorado
desde niños: lo que uno da

sin esperar a cambio nada.

Somos bellos y tenemos todo
el legítimo y natural derecho
a seguir todo el día así
siéndonos amantes.

Amigos y, después,
candeleros devotos.

Niños otra vez.

XXX.- La canción del Purgatógrafo



Rara allá en el fondo hay una flama quema,
misteriosa puerta azul y funeral oscura:
un aviso de neón que incita y llama
a escapar por el pasillo y correr.

Y así me fui, pero aquí estoy otra vez.

No puedo liberarme ni ponerme de pie,
que mi vida en la pantalla todavía se ve
y de gente que algún día perdí,
que saludé, que desprecié y morí,
y de aquellas que también amé
se ha llenado este salón, detrás de mí.

Cruel amargo espacio musical
ameno de mi larga vida miel:
pena hiel que todos ven, sentados
cada uno en su butaca y yo,
también.

Primera fila, asiento de una sala.
Ya han abierto el pesado telón.

Quiero cuando acabe todo ver la luz.
Esa rara y misteriosa puerta solitaria:
la única salida y presumida clara azul,
ignota paraíso sanguinaria.

Aunque yo para alcanzarla y volar
deba atravesar toda la gente que, detrás,
abarrotando todo el ámbito, me espera.

La gente que algún día yo perdí y amé,
que saludé, que desprecié y morí, sabrá,
todo lo que oculto y lo que quisentí,
todo lo que nunca para nadie yo,
todo lo escondido y lo que nunca fui,
todo lo que odiaba nadie al fin, se vio.

Todo lo que hay en mí.

Espero cuando caiga el telón
caminar y valeroso pedir que ya
enciendan de inmediato la luz
visto por la gente que me quiso y salir
por esa puerta misteriosa y azul
la única salida y alcanzar,
abrir sin esperar la puerta,
atravesar ese pasillo y llorar,
de alegría porque me han perdonado.

Todo lo que nunca para nadie fui.
Todo lo que oculto y escondido sentí:
lo que vio ninguno nunca de mí,
se ha iluminado y me han dejado salir,
con un beso enloquecido partir
y me dieron su palabra vivir
en lo que ha sido mi mejillamor,
de la mano acompañado y por siempre
feliz.

19 de abril de 2006

XXIX.- Historia de las cosas


Imprudente arrepentido que doloso,
ahora despierta con el alma santa
y ya no espera la llegada de otro día nuevo
ni la mira con el grito en su garganta.

Qué pensarán todos ahora de mí?
Han de juzgar y condenarme todavía?
Acaso fue que nos mentimos sin ropa
que ya no soy ni la palabra de tu vida?


No existe nada que no esté desnudo, mujer,
lo que de muerte nunca ha herido tus muñecas,
hecho de sangre que respira y galopa o ver,
pues, su leprosa vil gallina clueca.

Y me he olvidado de vosotras lentamente
porque me he vuelto loco lento a arrepentir,
que nos amamos de mentira como niños,
y lo he volcado hasta la entraña morir.

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