24 de noviembre de 2006

XCI.- Sombrilla y Relucero



Cariño que no tiene vuelta,
insigne recuadro poliedro,
y el cielo, bonito se encuentra:
ni una vez lo ha negado San Pedro.


Ese poema que canta volar
lo que inéditamente yo parlo
será comentario obligado juglar
o como quieras tú pintarlo.

De ése Alejandro Dumas
se ríe, por su coro
y nádaba entre la espuma:
que no se convierta en Oro.


22 de noviembre de 2006

XC.- Por el perdón picados


Ahora ya sé por qué esa mierda insana
entre los pelos de mi cara y su piel,
con el cuerpo dolor que inmundo mana
de su puerco sudor y mi entrepierna riel.

Preguntaba cómo fue que nos hallamos dormidos,
nos unimos, queriéndonos callados, mujer
y nos dejamos de amar, como si todo perdido,
porque todo ya nada, y casi nada, se fue.

Porque perdida y sin alma me encontré en un bar
a una hermosa que lloraba tan borracha como yo
y la abracé como creyendo que no la vería más,
pero esa noche, sin querer ella llorando me besó.

Ahora cierra la boca que sus labios no mueven:
el polvo se hizo tierra que la guerra mojó.
Melancólica paciencia que murmura y llueve
como lodo mal consejo que seguimos los dos.

Un oso furioso y una eterna flaca.
El insecto imperfecto, en la selva nos picó.
Distinta es la materia gris del toro y la vaca.
Fastidiosos cariñosos, pero yo soy el gruñón.

La cabeza, caliente y en la sien, dos cachos.
Escondida, la desnuda y muerta circunvolución
hereditaria inevitable de las hembras y los machos:
una puta araña ciega oculta en todo rincón.

21 de noviembre de 2006

LXXXIX.- Adelante, Sapito


Los nacionales buscaron
y por momentos se vieron
excelentemente bien parados
de mitad de campo hacia adelante, sapito.

Pero paulatinamente los intentos
se diluyeron y los locales
no se esforzaron mayormente,
para sacar el encuentro adelante, sapito!

Falta profundidad,
y sobre todo claridad, Sapito
a la hora del ataque
y al momento del finiquito...

Para sacar el encuentro adelante, sapito!

17 de noviembre de 2006

LXXXVIII.- Piadoso Polar


El vértigo en mi vida es lo que llevo dentro
amable de cuidado y con poquísima fe,
surcando el ancho mundo nuevo descubierto
por asir sus herramientas, y a mis héroes, quién?

Yo jamás fingí de arrepentirme y, por fin,
me quedé con ellas, como buen pastor,
atento caminante solitario en mi refugio,
capricho sin rencor y preocupado sólo yo.

Qué tendrá de recto que camine yo erecto,
que mire a todos lados y que piense en Dios,
si persígnome escondido y no me mira a mí nunca,
ni en el cielo claro incierto felicítame bien?

Profeso religiosamente mil conceptos
que nacen y crecen y van a morir:
Si no se han engendrado criaturas, lo pienso.
Si son abandonadas a su suerte, ya me fui.

15 de noviembre de 2006

LXXXVII.- Fecunda mujeres


Les llueven siete guiños rubicundos:
son genios en chubasco de glomérulo calor.
Aliños de cazuela que les sirve de improviso,
su larga caminata en pormenores sin honor.

Roer la minería bossa nova en gentilicio,
oculta en cada tripa que acumula su nihil.
Ganar la suerte en vuelo por rasante suplicio,
fascículos añejos y clavícula morir.

Yo soy el buen augurio a los que parten a la guerra,
y pide el alma suerte más allá del Rubicón:
que todos los que mueran habitados de confianza
con fe en su sinsabor, me pidan cuentas y valor.

Todo un alto gesto en descompuesto peculiar.
Sabores de agonía prematuramente mía,
de luminaria diestra, que me impide cantar:
comarca sin amor y necedades de flor.

Si quieren destinar su fuego análogo bendito,
yo pertenezco a la gentuza y siempre digo yo.
Que hay manchas que desluce mi ropa:
presumo de elocuente cada vez que digo no.

13 de noviembre de 2006

LXXXVI.- Hénide


Hubo una nocturna
algarabía silenciosa,
oscura y provechosa:
me encontré con ella, ayer.

Sentí que un organismo
de complejas posiciones
se henchía y se dormía
dentro de ámbitos de pan.

El hombre
y el hambre
de esa histórica mujer,
que no se había dignado
a alimentarse de mí.

Un rapaz que la atrapaba,
se adueñaba respirando,
jadeando y se fue lejos
a ocultarse en medio de él.

12 de noviembre de 2006

LXXXV.- Farsanti Tabaco


Ese viejo blanco vil y terco mudo cuasimodo,
que me mira cuando miro su castigo infernal,
me viene a aconsejar cuando le queda tan poco,
maldecir callado infértil como un ángel del Señor.

Que ese círculo de humo y corazón tan atractivo
fue juguete de mi boca y es verdugo en suspensión.
Que no siga ya con eso, que me va a matar,
que me quede yo dormido: he sido un loco de atar.

Lo que aspiro borracho cuando me hago el lindo,
enamorado y feliz: yo conocí a mi flor.
Y me mata lentamente, porque soy un tonto,
porque si él se va a morir, voy a morir consigo yo.

Y me dice que no siga abasteciendo al demonio,
que me rinda a tiempo, por amor de Dios,
porque estoy equivocado, porque fui un sopenco
y el tabaco es un veneno, y tiene toda la razón.

Pero yo le contesto como buen cristiano,
desde mi guarida hecha de puro fulgor,
que se quede callado, que se muera solo
y que me deje vivir, que ya no hay nada que hacer.

Que la vida es como un alga que la mar frecuenta
y que la cuenta está pagada: no queremos sentir.
Porque así soy yo y así son casi casi todos
y en ese casi todos, todos vamos a morir.

Porque todos los que viven en el mundo sueñan,
que a la postre mueren, como muere el sol
y la vida es una parte de lo que ha de morir,
y que la mierda en la galaxia nunca tuvo buen color.

En cierta parte de la Historia me encontré una colilla,
la encendí con mi cerilla, y la locura ganó.
Hace ya bastante tiempo comenzó la fiesta,
se olvidaron de la muerte y todos fueron a bailar.


Y ahora tomo entre mis dedos el cilindro blanco
casi lleno de la muerte, de la alcohólica pasión
y succiono su veneno y me imagino la nada
la que lentamente come y me carcome y digo no.



6 de noviembre de 2006

LXXXIV.- Su brillándome marea


Dentro de mi boca que la nausea coloca,
no queda piel adentro ni su grito molar.
Sola cada cierta noche flores en aliño
y mucho menos dientes, y no canta más.

Me vine en yermoculto a su pistilo cuajar,
una pura mañana sin calibre hasta aquí.
Su profundamente amigo quiltro, fui ese yo,
siguiendo su camino de razado pueril.

Pero ya he olvidado su glaciar y su tono,
y de su terco pito, sólo hay puro adivinar
un sopor que supura carcomida vergüenza
y una amígdala que crece y que merece flotar.

Quisiera ser su fiel humor de tarde gala nueva,
con su mar y consumir lo que me quiera sin él:
balancear en su carillo que me fuera ya tanto
y consumar su luna plancton, todo lejos de aquí.

La graciosa bala libre que algún día conocí,
hecho mi vestido con un rapto de fiebre

que mi oculta fibra, que su vértigo dejé:
de manzana sin golpes, su cartílago murió.

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