DXXII.- Meridiamante

Permítame invadir por un instante el recinto delicado de su ser mujer, con el son de la conquista delirante y los brazos extendidos en señal de fe. No he tenido la premura de escribirle antes porque el arte y su sonrisa me dejaron ver desde siempre el elemento de su voz radiante que ahora es tiempo de volcar en el papel. Una carta mensajera de mi amor fragante redactada en una audiencia frente al Juez, con el alma emocionada, la mirada brillante y el espíritu animado del cariño más fiel. Yo te llamo, Mariposa, aventurera y elegante, con el sol de la esperanza iluminando mi pared, dirigiendo misterioso para cuando te levantes siete besos amistosos entre el vértigo y la piel.

DXXVI.- Habilidad y Destreza

He tenido que armarme yo solo
de paciencia impenetrable y numerosa,
fatigosa, aunque sutil; dar a las cosas
aquel sitio que deseaba con ardor y sensatez.

De la preñez que me ocupaba los primeros días
y el maduro que llegué de paso a ser
han quedado sólo opacos recuerdos:
mi aventura entre la gente que olvidé.

La fortuna cuando falla da experiencia
(no sabía plenamente lo que me iba a suceder).
Dando tumbos aferrado así a la nada,
la existencia me es frontera inexpugnablemente cruel.

¡Voy a seguir! ¡Resistirá mi mano erguida!
¿Que es la vida sino plan y resistencia?
Si seguidas son de pronto las caídas,
sigo vivo y sin dudarlo me paré.

DXXV.- Tócame

Al principio la gente se amaba:
iban todos navegando repentino en ebriedad.
Con afecto saludábanse los más desconocidos
y en los trenes se sentaban apegados a cantar.

Convivía en el espacio la turbina y los licores:
penetrante olor a incienso, recompensa y bienestar,
porque todo era motivo para besos.
Al principio estaba loco, pero luego me curé.

Me acordé que poco tiempo me quedaba
y apagaron los amagos y lustraron mi botín,
construyeron monumentos de patrióticos armados
y el asilo se hizo contra opresión.

Ahora quiero que tu risa clandestina
se haga vértigo, deseo y coqueteo al delirar.
No te creo, mariposa pensativa:
me rebelo, me enamoro, me desnudo y me verás.

DXXXVII.- "Yo hago nuevas todas las cosas"

El positivo encanto lúgubre de su mirada,
la manifiesta fortaleza radical que le presidió
en esos días felices y blancos que jamás olvidaré,
vuelven hoy a mí.

Caminan infames por toda la casa
mil docenas de razones perentorias,
con cien hijos apretando sus pezones
y el hedor característico de la basca marchita:
la sombra que se cimbra, nos remece y me grita
inundándolo todo desde el baño.

Acaso todo sea nada más que niebla
o un horrendo sueño de oceanía inevitable,
una demente cobertura de agua fría e indiferente
que viste a las personas desde siempre
para poner a prueba todos los días
la resistencia natural de los seres frágiles y tibios.

¡Humedad, solamente humedad!
Fija y categórica humedad desesperante,
chubasco atrabiliario y doloroso
que deja la piel preparada para la carroña
para la putrefacción y la furia,
pero también para la floresta
y la grata primavera que viene,
como hacen frecuentemente los péndulos vacíos
y las ostras que acallan sus perlas desde las profundidades.

Mañana partiré seguramente otra vez
hacia la fuente perpetua y provechosa
de las anchas desembocaduras abiertas,
con mi fulgor a cuestas y mis ganas,
llevando en las manos cual bujía lunar
el misterioso romance de cariño y palabras
que me habita el corazón eternamente.

DXXIV.- Mañana

Seguro que algún día bendito,
pronto voy a recibir, perfecto,
lo que espero, lo tanto necesito:
lo que creo que sin duda merezco.

De quien crea como yo todavía
en el tímido y hermoso placer
de ese grande amor amar de cada día
en que puedo eternamente creer.

Lo que tiene poco o nada de manía,
lo que viene a ser contrario de violento,
porque no es tampoco gasto ni energía,
ni tampoco sólo mero sentimiento.

Sino entrega, voluntad y fantasía
o perpetua y cotidiana compañía.
Algún día,
algún día..

DXXIII.- Cosita en la guatita

Del cielo una rosa
dedícote, amor.
¿Tienes mariposas
en el corazón?

Agua en la garganta.
Fuego en el pulmón.
Brilla tu mirada.
¿Quién se enamoró?

En una palabra,
llénase de sol
toda la mañana.
¡Siente su pasión!

Le tapé la cara:
“Dígame quien soy”.
Cual se adivinara,
dice que soy yo

DXXI.- Monito Web

El Alcaide que detrás de mí
me persigue como péndulo sabueso,
no se olvida -ni me deja vivir-
de que siempre seré viejo, turbio y tieso.

Mi abogado me quería a ver allí
donde cada día y noche estuve preso,
cuando atado y abatido caí
en la cárcel con el alma entre los huesos.

Magistrado, mi pasado me condena.
Policía, buenos días otra vez.
Padrecito que bonito reza, buenas
mañanitas que me quedan por vivir.

DXX.- Adicto Menestrón Barato

Que me gustan las legumbres todo el rato:
desde niño que sentí predilección por ver
el humeante aroma cálido del plato
de garbanzos con chorizo, ají color también.

Y ahora quiero ir a comer porotos,
al mercado en que mi viejo más contento
engullía los fideos como saco roto
y se quedaba con cilantro en el aliento.

Pero el tiempo desde entonces ha pasado:
si te sirven otro plato de lentejas,
lo prefieres con el queso más rayado.
Y si quieres te las comes o las dejas.

DXIX.- Me es imprescindible

Todo tiene el contenido de una rara
pesadumbre que no quiere abandonarnos,
y a las seis de la mañana nos depara
ese vértigo del día que vendrá.

Perforar con una lámpara la noche
persistente de la luna sobre el mar,
tan enteramente basto en su derroche,
cual enjambre de ceniza y despertar.

Despertar para zafarme de la pena
de no estar como un faldero a sus pies,
de no ser aquel Pedrito Aravena
que ha nacido para ser y querer.

Yo la quiero permanente y cotidiana,
elegante y matutina para mí,
que no acepto el porvenir de la semana
sin su risa con la cual convivir.

DXVIII.- Perezosa

Pequeña diosa,
farol de paz,
mi caprichosa,
te quiero más.

Más que las rosas
que suelo dar
con fatigosa
sinceridad.

Mi mariposa,
corola y pan,
mira, celosa,
te voy a amar.

Por esa hermosa
fragilidad
he escrito cosas
con libertad.

DXVII.- Mary Jane

Yo sé bien lo que piensa usted:
que soy muy estructurado,
soy terrible de ordenado,
tan monótono, tan nerd.

Con mi traje en los cajones,
con la plata sin gastar,
que la lleno de sermones
y me apaga el celular.

Le agradezco en todo caso
su jovial preocupación
y el amor que a cada paso
me prodiga con tesón.

Cierta vez, cuando mocoso,
fui a una fiesta a conocer.
No bailé, pero fue grosso:
me tomé una Ginger Ale.

¿Qué no soy muy alocao?
Ni de niño, nunca fui.
No seré desordenao,
pero tengo pedigrí.

¿Usted quiere que vayamos
esta noche al Bar Inglés?
Bien. Pero antes concluyamos
la partida de ajedrez.

DXVI.- El Lolo Enamoradizo

Vivo namorao de la grata esencia,
quimio perfumado de tu alrededor.
Llevo entre mis manos tu presencia,
tu recuerdo, tu mirada y tu sabor.

Sigo namorao cuando pasa el tiempo,
días y semanas sin saber de ti.
Es que tu existencia viene a ser alimento:
flor de mi alegría y pasión de vivir.

Sueño namorao en mi colchón de plumas
suaves melodías que he podido compilar.
Canto namorao sobre un mar de espumas,
lejos, en la playa donde quiero amar.

DXV.- Tontito

Me encanta esperarte,
dormirme en la banca,
sentarme en un pino
tomándome el té.

Me encanta esperarte,
que vuelvas de pronto,
me digas tontito
y te vuelvas a ir.

Me encanta esperarte
detrás de la puerta
y luego arrojarme
desnudo a tus pies.

Me encanta esperarte
a que elijas tranquila,
la micro que viene,
el futuro con fe.

Me encanta esperarte,
por toda la vida,
de viernes a martes,
pues vas a volver.

Me encanta esperarte,
en verdad me fascina,
contar los minutos
y siempre esperar..

DXIV.- ¿Fue algo que dije?

Había querido volcar como un niño
la entraña completa de mi corazón,
sin trabas ni infame corsé de corpiño,
mi pura fragancia desnuda en la voz.

Pero algo escondido que va sin pasaje
y oculto en la carga como un polizón,
parece que fuera el motivo del viaje
con otras palabras al pie del timón.

Acaso no estaba en mis cinco sentidos,
que a veces me pasa y me dejo llevar,
o puede que todo sea un mal entendido:
me tergiversaron, palabras de más.

No quise decir lo que juras que oyeron:
ya ves que el idioma no es universal.
Si falta una coma, si sobran dos peros,
la carta de amor te parece inmoral.

Pero hago el intento de ser más atento
y pensar lo que digo en el alma primero,
por no arrepentirme y decirte contento
de labios a boca un sencillo te quiero.

DXIII.- Tranqui Mera Fantasía

Veo que hay tantos seres extraños,
pensando cosas, diciendo nada.
Sumo de frutas de gran tamaño,
sin mucha pulpa y mal conservada.

Siento que vago de sueño en sueño:
voy dando paso a nuevos lugares,
a caras raras, frunciendo el seño
en el horizonte de mis pesares.

Pero es que nunca te veo a ti,
o casi nunca, mi compañera.
Por eso pienso que te perdí,
o me resulta como si fuera.

Soñar amando yo sólo quiero
mi despertando poder amar:
sumido canto y dormido fiero.
Yo luna nueva. Tú mi pilar.

DXII.- Zenaida Meloda

¿Por qué no ocurren tanto a veces
esas cosas demasiado importantes?
Un maldito monasterio alemán
que se queme totalmente sin ambón.

Un estrago simultáneo en la tierra
que resulte para nadie indiferente,
que seduzca lentamente al alma entera
como fiera y sin hacer excepción.

Son los claros lugares de la vida perpetua,
son las flores más galantes que nunca te di,
o los viejos poemas olvidados de la gente
que en las nieves eternas encontré sin escribir.

Yo le pertenezco a los gorriones
y a los grises pelícanos callados en el mar.
Soy paloma tan pequeña, que en el norte
me distingo por mi canto de tonada peculiar.

DXI.- El Señor Molina

Oye, gilipollas,
santo de burdel,
música cebolla,
frito de jurel.

Tú que se la pones
sin el arancel,
raza de ladrones:
¡Ven, te quiero ver!

Yo que la soporto
veinte días al mes,
siempre quedo corto:
cumplo mi papel.

No tengo camisas
ni guiso de mujer.
Pierdo las delicias
que cantó Gardel.

¡Linda la maroma!
¡Qué ridiculez!
Él que se la coma.
Yo que tengo sed.

Rey de los huevones
me van a poner.
¡No, que me perdonen!
Flor de San José.

Ahora lo comprendo.
¡Qué se le va a hacer!
Pero el dividendo
páguemelo usted.

DX.- Lapa Trona

Ha lo bueno del viernes llegado,
con su sombra de olvido y flechazo,
y el necio cansancio robado
al aire que deja de llover.

Yo pido perdón desde ya
por el día en que viejo me muera,
que me iré de escondido y rapaz,
sin despedirme siquiera.

Y digo que es ella presencia malar,
mi perezosamente bella,
su cara mejilla de manito familiar
y la belleza de todas las estrellas.

Un amor de pantalla pequeña
confiésame en aretes de cristal,
que rendida en el alma no sueña
ni mi modo de metáfora mural.

Hace días no la he vuelto a ver
hace tardes que no enciende su ventana:
pues no quiere que la abrigue de placer,
sólo quiere ser mi dueña o mi hermana.

DIX.- Y moriremos juntos

Con toda el alma clara y contenta,
con el cielo salpicando su rotunda bendición,
y guitarras de sueños extraviados a la vuelta
de la esquina en que supimos que era nuestra la ocasión.

Ya somos dos. Y nos quisimos
y dimos amplia rienda suelta a nuestro vino,
a la deseada pergolera de la libra primavera
que nos fue. Que nos amo.

Porque eres la palabra más hermosa
que nunca en mi vida decidido pronuncié:
eres águila en mi búsqueda de eterno girasol.

Que catándonos al alba se alejó
por volver un nuevo día a nuestra ruta
y construir la nuestra casa espiritual.

DVIII.- Mujer

Apaciguándome,
arrepintiéndome,
sedándome por ser
un rock estar for yú.

Y deleitándome,
maravillándome
presencias con el fuego
de tu luz mi voz.

Tener que depender
de lo que tú me digas.
Confiar sin esperar
ni la menor traición.

Doblar yo con el alma
apretujada cada esquina,
dudando pero estando
plenamente a tu favor.

DVII.- Próximaginaria

¿Quien dijo que tengo mujer?
Sólo viento, quizá, o una hormiga.
No la veo, en verdad. ¿Tú la ves?
¿Y quien dijo que yo la tenía?

El 90 por cierto de mi Cuculí
es furia, maravilla y fantasía.
Simplemente porque ocurre así,
solamente porque más no había.

El resto, palabras que suenan
y una larga pena trágica, vacía.
Mi batalla que fue una gangrena,
me va comiendo, día tras día.

Mas detrás de la espuma, en el mar
viene un ángela dulce, serena.
Yo la sueño perdido diciendo soñar,
y ella mira, distante y risueña.

DVI.- Me pica flor

Yo no quisiera parecer cobarde,
ni andar a gatas amurrado y chillón,
pero hace rato vengo haciendo alarde
de no ser más que camaleón bobalicón.

Un avestruz amarillento, un fraude,
que le regala lo que dice a la primera que ve,
por adular y congraciarse con alguien.
¿No queda nadie que me quiera defender?

Quien se declara enamorado de la cara del amor
no puede, entonces, apartar la vista:
fui uno de tantos colibríes para tan poquita flor
que las seduce pero no las conquista.

Yo debería declararme más prudente:
no debería encariñarme nunca más,
para evitarme la censura de la gente,
pero es inútil, no lo puedo evitar.

DV.- Muérdago

Con vigor hoy comuniqué mi fortaleza
de pan sincero, fui genuino candor:
abrí tu cuerpo como el mar bivalvo,
bebí su savia entraña quieta con limón.

De la cutícula mordí sagrado
el agridulce caracol de tus fragancias:
lo caramelo que, en acrílica abundancia,
se llama lágrimaravilla confitado frenesí.

Que yo aliméntome de ti, porosamente,
de tu mimosa luz simpática bonita,
del besombligo de la paz fui amante,
como anhelante caradura y sibarita.

DIV.- Sagitario

Yo te imaginaba sola hecha
siendo flauta con tu flor de Liz
dormida en la mano derecha,
con los ojos cerrados y pedir
el último deseo dorado
con tu vestido blanco de juerga
con tu encaje bordado,
descalza sobre la hierba,
las sandalias en la mano
tu sencilla mano izquierda
y una margarita afirmando
tu pelo contra la oreja.

DIII.- Cicatriste Moratada

Sé que nunca olvidarás mi acaudalado sentimiento
ni podrás desatender a su inumbencia cuculí
o soslayar el eminente pundonor de amor abierto,
como fruta anaranjada, que he partido frente a ti.

En poquito tiempo más habré de serte como espuma,
y extendido mi presencia cotidiana y litoral
en perfecta confusión, vocación del exterminio,
pues mi nombre de la tumba no podrás borrar jamás.

Yo formé de un modo cierto parte entera de la luz
que dediqué violentamente a tu ejercicio:
consistía cada día en conocer, amar y ver
que fuera nuestra la herramienta de ese oficio.

No me verás, porque seré tus ojos.
No me querrás, pero sabrás que soy la buena voluntad
con que sonríes sin razón de pronto
en un murmullo de deseo hacia mi estrella fugaz.

DII.- Espornocu

¿Pretendes acaso que siegue mi brote,
que vaya a un convento, que vuele en pedazos,
me cubra la tierra en el arco violento
del negro parnaso en que todo murió?

Yo digo no. Yo sigo vivo.

Y me asemejo al niñotauro prohibido,
al príncipe asesino sempiterno encantador,
al que quiere libremente y con sentido,
al abejorro de la próxima flor.

Me he marchado para siempre tantas veces
y he jurado ilusamente no volver jamás,
y hasta he vuelto arrepentido, pero no lo mereces:
por lo menos por ahora seré el último adiós.