afirmado en la baranda de popa,
esa estela mar perdida y a la boca,
el consuelo de su vida: una copa.
Hermana, tus palabras cuando llegan a mí:
lo que enteramente ciego desconozco,
sin amigo umbilical ni mal bendigo que salve
a esa vida en un instante insimilar.
Yo querría que la tierra me comiese
o que volviese su bandada al viento,
a donde el águila del horno curso
me llevase hacia el setenta y seis.
Pero perdido en mi delgada aventura,
caminaba lastimero bajo lluvia y cartón,
su filigrana, su morena figura:
todo ha quedado en ataúdes sin flor.
Lo que yo quiero es despertar de pronto,
sin hipoteca ni pituca ni fiaca,
ese pastel despavorido a medianoche
con mi adorado mar gigante sol azul.