Yo vendo apocado mi indigna proeza
que es nada en el cofre y la mano con cien,
y vuelvo callado, rendido a la pieza,
rogando que un día me trates bien.
El aire se acaba y se seca el parrón.
El gato me busca y no encuentro yo quien
le abra las puertas del otro salón.
Me mira y me dice: “Piénsalo bien”.
No cuadran las cuentas ni quiero seguir
mirando la lluvia: te has ido recién.
El niño no duerme: se quiere vestir
y él mismo pregunta si duermo también.
Me obliga la gente a que diga que no,
que piense en mi vida y le sea fiel,
que busque otra suerte, una hermosa guarida
y encuentre una niña que me quiera bien.
Mas sigo rodeado de melancolía,
me entrego obstinado y me quedo en el tren.
Al mundo despido y se aleja mi carro.
Me dice que me ama y yo digo: “Qué bien”.
que es nada en el cofre y la mano con cien,
y vuelvo callado, rendido a la pieza,
rogando que un día me trates bien.
El aire se acaba y se seca el parrón.
El gato me busca y no encuentro yo quien
le abra las puertas del otro salón.
Me mira y me dice: “Piénsalo bien”.
No cuadran las cuentas ni quiero seguir
mirando la lluvia: te has ido recién.
El niño no duerme: se quiere vestir
y él mismo pregunta si duermo también.
Me obliga la gente a que diga que no,
que piense en mi vida y le sea fiel,
que busque otra suerte, una hermosa guarida
y encuentre una niña que me quiera bien.
Mas sigo rodeado de melancolía,
me entrego obstinado y me quedo en el tren.
Al mundo despido y se aleja mi carro.
Me dice que me ama y yo digo: “Qué bien”.