Mi padre aún me aparta
y con el mismo cariño
del perro que muerde,
aunque no ladre.
Mi padre me enseñó a ser padre
y a nunca abandonar
jamás a los niños.
Mi padre me cuida
desde algún lugar
hacia donde se fue
en un largo viaje.
Mi padre había aprendido a perdonar
y me legó como tesoro
su aprendizaje.
Mi padre llevó
en silencio un madero,
sin quejarse, ni llorar
o hacer alarde.
Mi padre nació un 23 de enero:
lo abrazaría pero
ya es muy tarde.
Yo juego con mi niña desde lejos.
Se trata de encontrar la diferencia
entre miles de banderas de color
y la oigo al teléfono genuina feliz.
No sé cuánto se paga en el mercado
de esos locos bajitos que no puedo ver,
por lograr un segundo estar con ellos.
Duele y sangra el corazón anaranjado.
Pero creo que mi niño piensa en mí.
A veces recordamos el castillo grande,
la plaza del rucio y la zona de juegos,
lo miro en el silencio de mi vida sin él.
Yo sé que en pocos días un abrazo
y un beso guiño en la mejilla del sol
los traerá por fin de vuelta a mi vida.
Creo que así es como funciona el amor.
