27 de octubre de 2009

DCXXVI.- ¡Mira la flor!


En mitad de la noche
-ya era tarde para llamarla-,
desperté creyendo que todo era un sueño,
que nada había de cierto en nuestro mundo hermoso,
que si hurgaba lo necesario encontraría finalmente
a la noche vacía de luciérnagas
y un amanecer de espanto.

Comencé, de tal modo, a averiguar,
en el camino de mis recuerdos recientes,
qué parte del sublime vértigo que creí ficticio
era indudablemente cierto,
qué fragancia vuela todavía y se siente,
cuál de los suspiros que invisibles me inundaron,
todavía permanece en primordial consumación alegre,
para desde allí, a partir esa chispa,
de la mínima candelilla del amor real salir,
iluminándome orgulloso y con fe,
tan satisfecho de mi tierno hallazgo,
de esa material seguridad que da la ciencia
a los que quieren confiar, amar y creer,
pero no pueden porque un abismo se ha extendido
siniestro frente a todo lo que quieren emprender.

Pero a medio andar ya descubrí que erraba,
que si nada buscaba, nada encontraría,
que era preciso creer para hallar,
pedir para obtener y sentir para ser.

Y entonces se encendieron las luces,
brotaron los capullos verdes
y elevó sinuoso canto el niño solo que dormía:
¡Al mocoso le brillaban los ojos!

¿No le ocurre a veces Palomita lo mismo,
en mitad de la noche -ya tarde-,
que se desvela prematura sin saber,
que el amor ilimitado le parece indigno,
que nada tiene mucho sentido,
y se levanta a meditar desnuda,
a esperar que un nuevo sol de madrugada le aliente?

Yo quiero decirte que creo en ti.

El Diablo mete la cola, pero cada vez que lo hace
tomo el machete de mi vuelo sinforoso
y la cerceno cual si fuese un buey,
y el conjunto de las cosas “reales”,
que han venido hasta mi cama a gritarme
que no crea en lo que no se ve,
y me entregue a la sombría presencia
de la fauna y la certeza y la hiel,
se desvanece y ya no existe más.

Yo creo en ti, Palomita.
Yo simplemente creo en ti.

17 de octubre de 2009

DCXXV.- La Pepita de Oro



Yo digo que podemos pasarnos la vida entera dando razones para demostrar que Dios no existe, y que el amor es sólo un síndrome pasajero, que las ilusiones son pura alucinación, que la realidad nos la hacemos nosotros mismos a partir de prejuicios y que los sueños son cosas del inconsciente y nada mas; que somos este puro pellejo y que es mejor vivir sin preocuparnos.

Pero al final del dia, siempre termino hablando solo y en silencio con ese tonto que se llama Yo, y le digo que antes del último dia, del último suspiro, de la última copa y del último abrazo, miraré hacia atrás, querré volver a esa dicha fecunda de los 20 años, a mi primer amor, al nacimiento de mi hija y a ese inolvidable paseo por la playa, pero que ya será tarde, porque me llevará inexorablemente la parca maldita y todo volverá finalmente a la tierra.

¡Sí, es verdad!

Puede que el amor no exista, que la amistad sea pura fantasía, que las estrellas sólo sean hidrógeno incandescente y que mi madre nunca debía haberse casado hace 40 años con ese Profesor.

Pero no sé por qué me tinca que existe algo detrás de los ruidosos enjambres y los blancos faroles y los viejos payasos; que la muerte no me roba para siempre, y que me tienen preparada una rica paila marina en algún lugar, para cuando mi corazón se haya cansado de bogar y se apague definitivamente.

16 de octubre de 2009

DCXXIV.- Ya era hora


Si a veces tengo cara de melancolía
debe ser que no me basta únicamente
con vivir de las pequeñas alegrías:
ahora quiero un vendaval más persistente.

Siempre fui el acreedor más perezoso
de las deudas que mantiene conmigo
la viril felicidad, fui tan miedoso,
que no tuve al optimismo como amigo.

Pero llega una mañana hasta mi puerta
ese viejo surtidor de la palabra colibrí
y a la gata que ha parido sólo crías muertas,
yo le digo que se vaya: no la quiero en mi jardín.

6 de octubre de 2009

DCXXIII.- Explicosas


Voy a tentar a la suerte sin pausa,
voy a ser hijo del hijo del sol:
ígneo, pausado sin furia ni raza,
caminando el sendero de su voz.

Ellos ríen y dicen ¿Qué pasa?
No es el mismo gorrión que cantó
que era suya al fin esa fragancia
y en helechos abrió la razón.

Voy a contarles todo lo que me pasa.

Yo era un náufrago que dormía,
sin alma, era pura vaguada,
un espectro de sombras todavía.
Yo era todo cada día y no era nada.

Y el llanto encendió sin hablar,
sin decirme vergonzoso me habló,
y me dijo que era cosa de amar,
porque en eso consiste el amor.

Ahora voy a tentar a la muerte.
Ser el padre que no me abandonó.
El esclavo de la luz y de las causas.
Me ha llevado otro viento mejor.

5 de octubre de 2009

DCXXII.- a.K. o.M.



Te extraño tanto, Sinforosa Kalú,
que he llegado finalmente a comprender
cómo lleva hoy mi vida aquél, tu nombre de mujer,
pues nada me funciona si no estás conmigo tú.

Inmiscuida como un ángel delicado y diferente,
allí hacia mi destino, allí en que soy persona:
metida, entrometida como flor de piel paloma,
sumida en cada pausa, torcida tiernamente.

Instante en que consigo sorprenderme para ti,
invento en solitario un mar de pronto por el aire,
viviendo alegremente como dios todos los días.

Moviendo en ese dulce manto alondra numeroso
la fina juglaría corrosiva que es tu vientre
y el más considerado de los dones que juré.


DCXXI.- El Porfiado



¿Seré otro mapuche, que soy tan porfiado?
Me dicen cuidado y me niego a perder.
Si ponen dos trancas detrás de la puerta,
se quedan abiertas con sólo cantar.

Porque hubo una noche en que supe clarito
que un fuego bendito me haría vivir.
El fuego solemne que vino a mí rumbo
del norte del mundo y se enciende feliz.

Yo voy a luchar, cual macho cabrío,
con voz, apetito y tesón contumaz.
Pues nada ni nadie hará de nosotros
un sino cobarde o nos separará.

Que sepan los grandes testigos del tiempo
y que logre tu madre saber y aceptar:
tú y yo somos eso que tienen los astros:
su luz deja un rastro en la Historia Inmortal.


DCXX.- ¡Pero ya!



He visto de pronto perderse
mi mundo y morir todo aquello
que tuve hace poco la suerte
de ver, en un breve destello.

A veces le digo a la gente
quien eres, les hablo de ti:
lo que era perder, yo sin verte,
mi tiempo y lo tonto que fui.

La vida es amado arrecife:
me dio en un instante valor
y fui, sin dudar, lo que quise.
Te quiero y no hay nada mejor.

Yo quiero ser alma dorada,
serena, yo quiero ser tú,
mi dulce, la amenamorada.
¡Mas sernos de prisa, Kalú!


DCXIX.- La curiosa aparición de la Verdad



Le tuve miedo a la palabra instante,
a la que cumple la función de filigrana,
esa de gruesa unión en cada palabra,
que es verborrea y yo sentí temor.

Y estando juntos encendí la lámpara
que nos llevó hasta aquella playa dorada,
que nos sumerge cual desconocidos:
fui un elemento de la estricta Kalú.

Tu suave amor, la compañía perfecta,
la cualidad de ser amiga y farola
(lo que sin duda fue sin darnos cuenta):
Hasta la muerte yo seré uno de los dos.

Haremos juntos una nueva mirada,
por celebrar cada cumpleaños que nos quede
y la princesa nacerá: ¡Será tan nuestra!
Seremos hijos en la casa de la luz.


DCXVIII.- ¡Chido!



Quiero ser el afamado tilichero varón
donde guardes para siempre el chingo
de ese cándido tesoro, allí en mitad del Salón.
Quiero ser tu teporocho los domingos.

Vagabundos por el ancho culebrón del mundo
y en eterno cotorreo como cuates, vivir:
quiero ser tu chafirete más ruco,
pa llevarte hasta la casa y desnudarte feliz.


DCXVII.- Vengan esos cinco



Cantaré y pereceré
desesperado en las prisiones,
donde cada cierto tiempo
me trasladen sin razón.

Abriré los corazones
en el aire de la gente
que no sabe ni conoce
lo que siento de verdad.

Seré terco, madrileño,
Farabundo, zapatista,
comediante, chiapaneco,
pestilente y mallorquín.

Seré todo, muchas cosas,
cambiaré profundamente.
Veré días en cien años
y milenios de botón.

Perderé y sucumbiré,
me arrastrarán por el camino,
pero nunca, amiga, nunca
seré extraño para ti.





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