11 de febrero de 2016

DCCLXXIII.- Volviendo cuatro primaveras de tres


Existía una substancia fluctuante
desde el origen antiquísimo del mundo:
tan primigenia, alimentándose de alguien
cuando se arruga el pestilente portentoso.

Porque se mueve eternamente casi todo
el colosal archipretérito perfecto:
la luz de toda la memoria viviente,
deja su huella mil millones después.

Una tormenta que se vuelve plural
e impide todos los pequeños cálculos
cual repentino sol infinitesimal,
y la magnífica retina matemática.

Hasta que un día un niño chico la oyó:
el leve pálpito que todo lo derrumba,
y que construye una pirámide otra vez.
Un nuevo nido oculto tras de cada tumba.

Yo quiero ser esa cigüeña aventurera,
como ese funeralquimista ritual,
que busca un nuevo universal perfecto:
un espermatozaurio mágico infinito y final.

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