Si hablo en plural y digo: Todos los hombres hemos sido víctimas, todos hemos sufrido abuso, todos hemos vivido en tinieblas y hemos amado, hemos sido traicionados y hemos caminado largos años, hemos corrido y elevado nuestros pies volando alto para ser quienes somos, estoy enarbolando la bandera de mi género, la voz de todos los varones, atribuiyéndome un poder de representación para alzar la voz, en nombre de todos, y denunciar asumiéndolo, tal o cual iniquidad.
A su vez, las mujeres están reconociéndose, asumiendo el poder que les fue negado desde el origen de la historia, pero no tienen el monopolio del sufrimiento humano. Todo el mundo hiere alguna vez.
Así, cuando una sola mujer asume la palabra por todas y dice: 'ya es hora de que las mujeres nos unamos' o 'las mujeres hemos sido abusadas'; una sola habla, una sola escribe, pero habla en plural y enarbola para sí la bandera de todas. Generaliza, indefectiblemente, porque no todas, y es inevitable que así sea, no todas -digo- tomarán esa bandera, pues hay mujeres que no se unirán, hay mujeres que no han sido abusadas y hay mujeres que no quieren salir de su sitio, que no quieren hacerse responsables de un destino que no han elegido. El feminismo tiene una carga de pluralidad y de unitarismo, una suerte de sindicalizacion obligatoria que me parece, no sé si errónea, pero dudosa. Todas las generalizaciones son equívocas.
Los varones también han sido víctimas de abuso, de algún modo todos lo han sido y desde cierto punto, también han sido dejados de la lado, apartados de un protagonismo que es cultural. ¿Puedo válidamente decir: "Todos los hombres hemos sido vapuleados alguna vez", si soy sólo yo quien lo dice? ¿Puedo acaso atribuirme la voz de todo mi género y elevarla para reivindicar algún dolor o interpretar sueños colectivos?
Totalizante, como los grandes relatos, hubo también un positivismo marxista. El mismo Marx decía que no podía haber emancipacion de las clases trabajadoras si no había también emancipación de la mujer. El fantasma que recorre Europa carga en sus hombros a las mujeres del mundo, para alcanzar la libertad.
Luego, puedo invocar a la totalidad, pero no declarar representarla. Hay que recibir ese poder, ser delegatario. Pero aún así habrá quien no sea representado. El extrañamiento y el vacío de la personalidad son síntomas del siglo XXI.
Cuando Allende dijo de sí mismo que "solo fue intérprete de grandes anhelos de Justicia", adquirió ese talante mesiánico que aún hoy es reivindicado por quienes fueron de ese modo interpretados para alcanzar su anhelo.
Mas hoy no existe, según veo, esa posibilidad cultural de serlo. Ya no hay colectivos. Hay monócratas. Cada cual ejerce un poder auténticamente individual. Por eso forman una suerte de etnia y de ahí que puedan asumir ciertas mujeres la representación de todas. Y es raro ver a alguna mujer que haya tomado conciencia de género hablar individualmente, salvo para denunciar.
Cuando Nabila Rifo dijo: "¿Que tiene que ver mi vida sexual con lo que me pasó?" lo hizo como el epítome del tipo de subjetividad monócrata.
Yo mando para mí lo que quiero para todos y digo por todos lo que conviene a la totalidad. Mi personal autoridad ética consume la de todo mi colectivo, el cual deja por eso de existir y deviene en un vacío simpático, o sea, una multitud denunciante y conectada para conseguir ser oída, para ser marea que roe y vértigo humano erosivo, que no permite el disenso ni la melindrosa inactividad de quién no ha dado votos para ser liderado por nadie, y en la vergüenza de su oculto claustro de interés divergente, calla y plancha, amamanta y apaga el televisor.
Marchan miles y otras miles ven la marcha en su celular. Opinan todos y nadie sabe bien qué ocurre ni de qué se trata. Se informan poco e insultan a muchos, no aceptan desmentidos y fijan indeleble una verdad impresa y fotografiada, filtrada y comentada, publicada y viralizante, que es tatuaje extraviado de un montón.
Solo hay montones, sólo hay gritones, sólo hay un criterio, una posibilidad, una alternativa y una mirada. La del monócrata autocompulsivo, idiotizante y exagerado. Todos los denunciados son culpables, todos los políticos son corruptos, todos los sacerdotes, pedófilos y todos merecen la cárcel por toda la eternidad y la desaparición de la pantalla, porque todos son impresentables alguna vez.
Y todos deben callar.