¿Y si descubro yo mañana quizá,
como jugando, margarita de pronto
a esa maldita cruel que llevas dentro?
¿Si por acaso te veo siendo enemiga,
toda canina, descontrol y purulenta
en horroroso comatoso quejido,
esa que no debieses ser jamás:
fiero rugido incontenido y violenta?
Yo le diría tremebundo a los vientos
"Ella ante todos sin pensarlo me falló".
Y así serías para mí nuevamente
lo que por siempre sigiloso te fui.
Tú me echarías de la casa indignada,
tú, condolida en la mitad de la plaza,
donde ese humilde conurbano te ve
y yo le digo así de pronto ¿para qué?
Será el maldito destino que me lleva hacia esto,
no sé,
pero si habré de caer yo guardabajo de pronto
y por sentirme llorar que todo al fin terminó,
no me bastó desesperado previendo,
dormido miedo que empinase por completo mi piel,
y levantase peligroso mi mano,
y nos buscase la paciencia en el cielo,
y me dictase lo que acabo de escribir,
y yo te digo perentorio ¿para qué?
Después de todo, pienso luego ¿para qué?