Síndrome veneno de serpiente cascabel.
Arma una pirámide con restos de carroña.
Tósigo que pinta con la muerte en su pincel.
Púrpura congoja disfrazada de ponzoña.
Vierte una toxina en el estómago del mundo.
Ira contenida en una lámpara de hiel.
Tóxico perfume que es delirio tan fecundo,
tan vertigo y complejo que no sé qué es él.
Todo lo que haga es envidiable para ella.
Triste es su palabra para mi felicidad.
Cree que lo ignoro pero duele y deja huella.
Logra darme pena, pero sólo la mitad.
Es la culebra adicta al control remoto.
Carece de eso que le quita a los demás.
Rompe corazones con el corazón roto.
Sólo la muerte le dará la paz.
La falsa vida loca:
pretérito imperfecto de risa, misa y pan
haciéndole canciones al mundo,
comprando la desdicha en un cuerno de vino,
que beben en sumisa comparsa de bueyes,
amando el himno patrio entre libélulas de cal
¿y para qué?
Ya desde el hondo montano del cosmos
estamos muertos,
no hemos nacido aún,
somos piraña que devórase a sí misma
y somos sal,
somos oxígeno que el viento corroe
como brizna mecida al viento.
Compro una carcasa brillante,
vendo un auto viejo que no sabe caminar,
digo que mi nombre se ha perdido
y pago inútilmente, vivo inútilmente,
y pienso inútilmente y no:
la maravilla de la fabula viviente me es infiel
y el oro cumbre de la especie humana se perdió.
Yo digo flor, yo digo flauta
y veo pasar la estela negra de los treiles,
la fría y larga caminata desde el sol,
que tiene prisa,
que gime mal,
y entre los rieles de la música llorando
prefiero el tren de la pobreza que se va.
