Yo haría un arca
en que viajaras sólo tú,
y tus libros, tus pinturas,
tu silencio,
y me iría con el inti
hacia el Perú,
más allá de las Galápagos
y el viento.
Una barca sin timón
ni capitán,
que flotara a la deriva
de los siglos,
y volviese nuevamente
de improviso a recalar
en la montaña majestuosa
de los niños.
Llevarías una flor
en tu mano izquierda
y guirnaldas naranjas
desnudas en el pie:
seguiríamos unidos
hasta allá donde se pierdan
los chubascos infinitos,
a la hora del té.
Voy a hacer un arca llena
de pelícanos amables,
que nos digan el destino
y dónde habremos de vivir,
navegando entre piratas,
y galeones y sables,
más allá de las Galápagos
y el cielo, junto a ti.
Nunca nadie quiso
decir nada por ella,
ni hubo quien gritara
por su vida en el salón.
Alguien entre el público
que fuera a defenderla
y abofeteara al necio:
nunca nadie reaccionó.
La luz se abrió camino
entre los hombres
sedientos de codicia
y nauseabunda comezón.
El ángel que la amaba
no hizo caso.
La fiebre en la pantalla
lo cegó.
Porque todos los infames
la prefieren rubia,
se arrojó hacia la corniza
sin sentir amor.
Nunca nadie dijo
una palabra de consuelo,
porque el show no se detiene
y nadie tiene corazón.
Y entonces se apartó
hacia la desdicha,
bebió la copa negra
y se durmió.
Vive en el fondo del alma
un auténtico fieltro de niágara paz,
algo que suele invitarnos
y sernos tan intimos que rescatar.
Somos amígdala y siento
que una parábola nuestra
quedó en la memoria,
y poder recordar
y olvidar..
No hay otro momento perfecto
que aquél en que fuímonos únicos
enamorados en trémolo intenso.
Instante de parasiempres,
consígnala eterna mayor,
y plena instantánea moderna
amado y un beso
de tibio fulgor.
Déjame decirte
cómo irá la guía:
una aplicación
será para anotar
todo cuanto hagas
y digas en el día
y otra para verte
siempre en tu lugar.
Debes conectarte
todas las mañanas
y ser muy amable
en el grupo de whatsapp.
Acceso remoto
toda la semana,
a la misma hora
y sin desayunar.
Eso es lo bueno
que tuvo la pandemia:
ya no es necesario
salir a trabajar.
Lo controlo todo
y sin ir a la Academia
hago mis clases
en la orilla del mar.
Me pongo la bata,
meto la clave,
pauta de riesgo,
factura digital,
tomo una cerveza
y nadie lo sabe.
Oye, cuando muera,
no quiero funeral.
El viento que al oído
me quitó a ese dulce niño,
lo armó de peregrino
y sin saber se lo llevó.
Seguro lo han atado
con un nudo en la garganta
al mástil más lejano
de un velero que partió.
Desnuda la congoja
del amor sin dar cariño,
crecióle miel al vino
que no tiene pan ni Dios.
Daría la mitad de cuanto soy
por su organillo,
y al viento mi pesebre,
que era fiebre y colofón.
Resulta que era hoy
cuando cantaba como grillo,
mas pasan siete noches,
y en su coche lloro yo.
Yo que en su calado
había abrigádole una manta,
por ver entre sus manos
lo que nunca más volvió.
Y ahora velo mustio
en la recámara del siglo,
queriendo ser en él
lo que no fui conmigo ya.
