Sin claudicar me nutre inquieto el mar con agua
que generoso un día alegre azul me dio:
y nunca deja de esperar, nunca se cansa,
porque devuelve lo que quita siempre al sol.
Se va su mágica mejilla veinteañera,
se va alejando y sin embargo sigue aquí:
acaso nunca se lo he dicho y, aunque quiera,
él no se marcha pues no tiene a donde ir.
Es el retorno inexorable del oleaje,
es el baluarte de esta lucha hasta morir:
yo me resisto, más que nada porque sabe
que hay un destino señalado para mi.
Por eso nunca me habré de rendir:
seré alga seca que abandona la marea,
vestido inerte o desnutrido cuculí,
pero les juro jamás me rendiré.