Por esas casualidades de la vida, tuve que ir a la
biblioteca de Medicina, en Uruguay arriba, para hallar el libro mágico donde
estaba anotada la receta con que sanaría del Mal por Abandono Incurable que
padecía desde que había llegado al Curso Fiscal de Leyes.
Y allí estaba, como dormida esperando ser descubierta y rodeada de libros de enfermería, boca abajo.
En su honor, sobre la pared, había puesto una flor hermosa, hoy marchita.
Aunque nunca hallé la receta, el mal desapareció de inmediato, porque viví con ella hasta que dejó de surtir efecto y se perdió la magia.
Y allí estaba, como dormida esperando ser descubierta y rodeada de libros de enfermería, boca abajo.
En su honor, sobre la pared, había puesto una flor hermosa, hoy marchita.
Aunque nunca hallé la receta, el mal desapareció de inmediato, porque viví con ella hasta que dejó de surtir efecto y se perdió la magia.