4 de enero de 2024

MCCLIX.- Sólo estoy luchando por mis hijos


 

Sólo estoy luchando por mis hijos. He hecho todo lo que ha estado a mi alcance. He cumplido todo lo que se me ha pedido. 

 

El tribunal ordenó hace casi un año, el 31 de enero de 2023, que me integrase a la terapia de mis hijos y asoció a dicha resolución un plazo de 48 horas. Extrañamente, la abogada de la demandada señaló -para contactar al profesional que trataba a los niños- un teléfono privado del psicólogo y su domicilio. Lo llamé dos veces un día y dos al siguiente: no respondió nunca. Le envié un mensaje vía WhatsApp. El psicólogo me bloqueó. Accedí a su página de Facebook, en la que se presenta como psicólogo clínico y no me respondió, porque también me bloqueó. Luego supuse que el domicilio que señaló la abogada podía ser su consulta privada y descubrí que era un centro médico. Pedí una sesión. El psicólogo entró en pánico y no quería atenderme. Finalmente lo hizo, una hora tarde.

Al entrar a su consulta, descubrí que se trataba de un sujeto descontrolado, que me insultó durante 40 minutos, que me atribuyó 5 padecimientos psiquiátricos contradictorios en menos de 20 minutos (dijo que yo era un psicópata, que tenía un trastorno de personalidad, que tenía rasgos narcisistas, descontrol de impulsos, falta de empatía) y todo a partir de una supuesta observación clínica. Me atribuyó la comisión de delitos, maltratar a mis hijos, de ser peligroso. Y todo eso en 20 minutos en los que no hablé, porque era él quien hablaba sin parar, agitado, alzando la voz, insultándome a mí, a la madre (a quien llamó “una neurótica común y corriente”), con palabras soeces, desempleadas e injustas. Fui yo quien tuve que pedirle que se tranquilizara y explicarle la razón por la cual lo contacté al celular, porque no se me dio un correo electrónico, no se me señaló el centro médico donde ejercía su oficio, ni otro modo de contactarlo. Todo lo hice dentro del plazo fijado por el Tribunal. Y por haberlo hecho se me envió a terapia. 

Fui a la Terapia y la concluí satisfactoriamente.

Me gustaría saber qué hice para que se impidiera a mis hijos tener contacto conmigo. Porque hasta el 1 de octubre pude verlos, con muchas limitaciones, pero lo hice. Hasta ese día no había sido denunciado de nada, no habían sido llevado al psicólogo mis hijos. Pero ese día todo cambió.

Mis hijos no pudieron estar conmigo ni comunicarse siquiera durante casi 9 meses. Y lo único que hice fue cambiarme a Fonasa. Acaso fue porque no pude pagar un mes la pensión. Acaso fue porque el 1 de octubre conocieron a Jessica Arratia, quien es mi pareja, mi compañera y mi amiga, quien junto a mi familia me han apoyado, acompañado, orientado y aconsejado siempre. 

Yo no sé qué hice. En qué me equivoqué.

Sólo pido que se atienda al deseo de mis hijos. Que se tome en cuenta su intención, sus derechos y su interés superior. Yo no he impedido a la madre ver a sus hijos. Yo no he insultado a nadie, no he difamado ni deshonrado a nadie. No he enviado a terapia a nadie.

Y pregunto, qué haría toda madre si se le privara de sus hijos durante 9 meses sin explicación, sin haber hecho nada aparte de amarlos y cuidarlos y proporcionarles una base segura de apego.

Nunca he abandonado a mis hijos. Tengo cuatro y participé en la formación de los dos mayores durante 15 años. Fui a buscarlos a su casa cada 12 días durante 18 años, sin interrupción. Nunca estuve lejos de ellos.

No soy un padre perfecto, pero nadie, ni siquiera un psicólogo que no me conoce, puede afirmar que alguna vez he tratado mal a mis hijos, nadie puede decir que yo sea un padre ausente, un padre maltratador o sin empatía. No soy el mejor padre del mundo, pero voy a luchar por mis hijos. No me voy a rendir.

Ahora, luego de concluir satisfactoriamente un costoso proceso de revinculación, nuevamente la madre suscita el alejamiento prohibiéndoles comunicarse conmigo a través de Whatsapp, tal como lo hice hasta bien entrado el año 2023. ¿Por qué? ¿Qué sentido ha tenido todo este largo e interminable proceso al que se me ha sometido sin explicación suficiente? He prestado voluntariamente mi acuerdo a dicho trance, sobre la base de entender que había buena fe de parte de la demandada. Sin embargo, en todas las fases del proceso sólo he hallado hostilidad, prejuicios, acusaciones falsas, maltrato de palabra, oscuridad y fraude. ¡Fraude! Un informe fraudulento, injurioso y calumnioso, preparado de manera venial e irresponsable por un sujeto que dice ser psicólogo, y que no reúne ni el más mínimo requisito para ejercer la profesión. Se me da a elegir dos centros para la revinculación y ocurre que en uno de ellos, el de Puente Alto, la profesional aportada por la demandada no ha trabajado jamás, si es que realmente dicha profesional existe.

Aún así, seguí colaborando, inspirado en el afán de minimizar lo más posible el inevitable trauma que supone someter a dos niños sanos e inocentes a un proceso innecesario de intervenciones psicológicas, consultas con profesionales, separación radical, desarraigo incomprensible y alineación parental. No obstante, aún así, seguí pacientemente todas las etapas del proceso, me allané a todos los acuerdos y, sin embargo, aún a pesar de todo ello, luego de trece meses de desarraigo, aún sigo sin poder tener una relación directa con mis hijos: se trata de una crueldad inaudita, de un hecho grave, que vulnera los derechos fundamentales de mis hijos y lo digo responsablemente: ya es suficiente.

Lucharé por mis hijos hasta que me acompañen las energías, es decir, toda mi vida.

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